2 de abril de 2013

HISTORIA DE SEVILLA




Sevilla nace porque existe el río, el Guadalquivir, una rápida vía de penetración en la búsqueda de metales en Sierra Morena y el sur de Extremadura. Su navegabilidad hasta lo que hoy es Sevilla hizo posible los asentamientos en sus alrededores.
Los fenicios, firmes en su búsqueda de nuevos mercados, consiguieron ser los primeros en localizar la zona para su ardua labor, colocar sus mercancías y las creencias orientales. De esta época conservamos el hallazgo más preciado, el Tesoro del Carambolo del siglo VII a.C. una magnífica colección de joyas de oro, que demuestra los que los griegos ya predecían, la existencia del reino de Tartessos y su último rey, Argantonio.
Su historia comienza en la época tartesia, siglo VIII a.C. llamando Spal o Ispal a este poblado, en el que se cruzaron influencias turdetanas, nombre que dieron los romanos a los pueblos indígenas del Valle del Guadalquivir, Tartesia, esta última denominación se la dan los griegos al reino indígena que controlaría la zona, los colonizadores provenientes de Fenicia y cartagineses por los provenientes de Cartago, colonia norteafricana fundada por los fenicios. La Sevilla primitiva recibió influencias de los comerciantes fenicios, enriqueciéndose y desarrollándose culturalmente con el aporte pacífico de éstos.

Esta colonización comercial cambió drásticamente a partir del protagonismo alcanzado por los cartaginenses tras la caída de las metrópolis fenicias ante el imperio persa, allá por el siglo VI a.C. Esta nueva fase de la colonización púnica implicaba la penetración territorial mediante la conquista militar, lo que las fuentes griegas posteriores interpretan como la destrucción de Tartessos tras una lucha a muerte con Cartago, siendo durante el curso de las distintas batallas cuando la ciudad sucumbió, suponiendo así el fin de esta época en Sevilla.
Posteriormente, los enfrentamientos entre cartagineses y romanos por el dominio del mediterráneo se decidieron en Ilipa Magna en los alrededores de nuestro asentamiento. La victoria de los romanos en la segunda Guerra Púnica con el General Escipión el Africano al mando, hizo posible la creación en el 206 a.C. de un lugar en el que acoger a los veteranos de las Guerras Púnicas, este lugar sería Itálica. Un lugar ideal, lejos de las inundaciones del río pero cerca de él para aprovechar su regadío, como hicieron en la antigua Tartessos. La navegabilidad del Guadalquivir hizo que ese asentamiento se configurara como ciudad, dotándola de todos los elementos necesarios para su funcionamiento, calzadas, alcantarillado, suministro de agua, etc.

Más tarde, los romanos latinizaron el nombre indígena de la ciudad "Ispal" por Híspalis, siendo el nombre oficial completo "Colonia Iulia Romula Híspalis". De este modo, Julio César fundó Híspalis, nombrándola Julia por su propio nombre y Rómula, "Roma la Chica" por el de Roma, algo habitual en la toponimia de las ciudades romanas.
En la segunda mitad del siglo II a.C. se activan las nuevas construcciones de carácter público, como el traslado por orden de César del Foro que se encontraba entre las calles Abades y Mateos Gago a la zona de la Alfalfa, con mayor protección al ser considerada la ciudad Colonia del Imperio Romano.. En esta época el trafico marítimo se incentiva por lo que en los alrededores de la Catedral se construye el Foro de las Corporaciones y se amplían las zonas amuralladas, convirtiéndose en el gran centro mercantil del Mediterráneo. Sin embargo de este pasado romano no queda gran cosa, si exceptuamos Itálica, las columnas de la calle Mármoles y la Alameda y las murallas que aún subsisten.
Híspalis se desarrolló como uno de los centros comerciales e industriales más importantes de Hispania, mientras que Itálica se consolidó como ciudad residencial típicamente romana en la que nació el emperador Trajano. Durante este período fue capital de uno de los distritos judiciales de la Bética. Híspalis e Itálica terminaron teniendo cada una su particular característica: Híspalis como ciudad financiera, comercial e industrial hispano-romana, e Itálica como ciudad residencial, genuinamente romana.
En el año 49 a.C. Híspalis poseía muralla y foro, siendo una de las ciudades más importantes de la Bética. En los últimos siglos del Imperio era una ciudad de gran movimiento mercantil y con una importante actividad portuaria. El área alrededor de la actual Plaza de la Alfalfa constituía el punto de encuentro del cardo maximus que transcurría de norte a sur, desde la actual iglesia de Santa Catalina hasta la calle Abades y el Decumano mayor que transcurría de este a oeste desde la actual iglesia de San Esteban en la calle Águilas hasta la plaza del Salvador. En esta zona se encontraban el foro de la época imperial romana, que comprendía templos, termas, edificaciones públicas y mercados.
A mediados del siglo II d.C. hubo un par de intentos de invasión por parte de los moros, que fueron finalmente expulsados por arqueros romanos. El cristianismo surge con la llegada de los pueblos norteafricanos en el siglo III, en esa época se martirizan a las santas alfareras Justa y Rufina por oponerse a mostrar veneración a la diosa siria Salambó.
 
Las sucesivas invasiones germánicas de vándalos y suevos, destruyeron una parte importante de esa Híspalis, los vándalos de Gunderico en el año 426, los suevos gobernados por Requila en el año 441 y finalmente los visigodos, que la controlarían hasta el siglo VIII, soportando durante un tiempo el desafío bizantino en la costa mediterránea.
Tras la derrota ante los francos en el 507, el reino visigodo abandonó su antigua capital, Tolosa, y fue ganando terreno a los distintos pueblos que estaban repartidos por todo el territorio hispano, trasladando la residencia real a distintas ciudades hasta que por fin deciden fijarla en Toledo, posteriomente, durante los reinados de Amalarico, Teudis y Teudiselo, se optó por Sevilla. Este último rey fue asesinado en un banquete por los nobles sevillanos, episodio conocido como la cena de las velas en el 549. La causa es debatida, pudiendo ser un reflejo de la división de comunidades entre los hispanorromanos y los visigodos o incluso una conjura de nobles visigodos.
Híspalis pasó a ser llamada Spali. Tras el corto reinado de Teudiselo, sucesor de Teudis, se eligió a Agila I en el 549. Los visigodos estaban inmersos en luchas internas cuando el emperador bizantino Justiniano I aprovechó para intentar conquistar toda Andalucía. Después de múltiples luchas y la derrota de varios líderes, los godos consiguieron hacerse con cada rincón de la región, siendo Leovigildo en el 584, el designado para reinar. En el 585, su hijo Hermenegildo se convirtió al catolicismo rompiendo la tradición del arrianismo de reyes anteriores y proclamándose rey tras sublevarse a su padre. Se cuenta que Leovigildo hizo cambiar el curso del Guadalquivir a fuerza de obstaculizar su paso para provocar la sequía, el antiguo cauce transcurría por la actual Alameda de Hércules. 
En el 586, su otro hijo, Recaredo, accedió al trono y con él Sevilla pasó a disfrutar de una  época de gran properidad. La etapa visigoda supuso un avance importante para la cultura de la mano de los hermanos obispos Isidoro y Leandro, una época convulsa por los disturbios originados por el arrianismo en la monarquía visigoda, al sublevarse contra su padre, el rey Leovigildo, su propio hijo Hermenegildo al abrazar el catolicismo, posteriormente con la conversión de Recaredo en el año 589 vuelve la tranquilidad.

San Leandro, además de una intensa labor reformadora del clero regular y secular, convirtió al catolicismo a Hermenegildo, virrey de la Bética e hijo del rey arriano Leovigildo contra el que inició una sublevación apoyado por la nobleza hispanorromana, tras cuyo fracaso fue ejecutado. Tras la muerte de Leovigildo, Leandro tuvo un destacado papel en el III Concilio de Toledo en el 589, donde el nuevo rey Recaredo se convirtió definitivamente al catolicismo con toda la nobleza visigoda. 
San Isidoro escribió un conjunto enciclopédico de veinte libros conocidos como las Etimologías que encerraban todo el saber de la antigua cultura grecolatina, en medicina, música, astronomía, teología, etc,  de gran influencia en toda la Europa medieval.
La fragilidad de esa monarquía sucumbió por las luchas endémicas de sus facciones, los herederos de Witiza acudieron a un ejército musulmán norteafricano para luchar contra Don Rodrigo, siendo derrotado éste en la batalla del Guadalete en el 711, dando lugar a la incipiente invasión musulmana de la Península.
En un principio esas tropas bereberes no modificaron sustancialmente los modos de vida de la región, simplemente adaptaron minimamente las ciudades conquistadas, tanto en el plano urbano como monumental.
La época musulmana comienza con la invasión por parte de Musa y su hijo Abd al-Aziz ibn Mussa, cruzando el Estrecho con un ejército de 18.000 hombres, procediendo a la conquista del territorio visigodo. Ocupó Medina-Sidonia, Carmona y Sevilla, seguidamente atacó Mérida, poniendo sitio a la ciudad, la resistencia duró un año, allá por el 713. El príncipe musulmán Abd al-Aziz ibn Mussa, tomó Sevilla después de un largo asedio, hasta su asesinato a manos de sus primos en el 716, Sevilla hacía las veces de capital de Al-Ándalus, nombre que recibió la Península Ibérica como provincia del Imperio islámico. A partir de ese momento la sede del gobierno se traslada a Córdoba con el rango de Emirato, siendo independiente desde Abderramán I en el 773 y convertido en Califato con Abderramán III en 929. Sevilla sería cabeza de una cora, una administración territorial pequeña.
Desde el Emirato omeya de Córdoba se imponía la dirección política de Al Andalus. Sevilla se mantendría dentro de la órbita del Califato, construiría el Palacio del Gobernador en el Alcázar. 
Durante esta época de dominio musulmán, creció enormemente la riqueza cultural de Sevilla, cuyo nombre fue arabizado como Isbilia. Se favoreció la expansión de la religión musulmana mediante concesiones a los cristianos que se convirtieran al islamismo, los llamados muladíes, concesiones que no gozaban los que permanecieran cristianos, los mozárabes. Estos llamaban a la ciudad Ixbilia, nombre que derivó en Sivilia y posteriormente en Sevilla, nombre con el que ha llegado a la actualidad. Por los años 830 se construyó la mezquita de Ad-Abbas, que actualmente ocupa la iglesia de El Salvador.
El 1 de octubre de 844, estando la mayor parte de la península Ibérica controlada por el Califato de Córdoba, un grupo de aproximadamente 80 barcos vikingos, después de haber intentado saquear Asturias, Galicia y Lisboa, ascendió por el Guadalquivir hasta llegar a Sevilla, atacó la ciudad durante siete días, causando un gran número de bajas entre sus habitantes y tomando numerosos rehenes con la intención de pedir rescate, otro grupo quedó en Cádiz para saquearla. Mientras llegaba el dinero, se quedaron esperando en la Isla Menor o Qabtîl, una de las islas del río. Entre tanto, el emir de Córdoba, Abderramán II, preparó un contingente para enfrentarse a ellos.
El 11 de noviembre se entabló una batalla campal en los terrenos de Tablada, los resultados fueron catastróficos para los invasores, que sufrieron mil bajas; cuatrocientos fueron hechos prisioneros y ejecutados, unas treinta naves fueron destruidas, siendo los rehenes liberados. Con el tiempo, el reducido número de supervivientes se convirtió al islamismo, instalándose como granjeros en la zona de Coria del Río, Carmona y Morón, dedicándose a la ganadería y producción de productos lácteos, origen de los quesos sevillanos. Los vikingos realizaron varias incursiones más en los años 859, 966 y 971, pero con intenciones más diplomáticas que conquistadoras; aunque un intento de conquista en el año 971 quedó frustrado, siendo la flota vikinga totalmente aniquilada.
La ciudad dependía del Emirato y más tarde del Califato de Córdoba. Con la desintegración del Califato da comienzo la época de los Reinos de Taifas, Sevilla alcanzó la independencia y fue capital de uno de los reinos de taifas más poderosos, desde 1023 hasta 1091, dándole a nuestra ciudad la condición de gran capital de Al Andalus, estando al frente de ella la dinastía Abbadí, siendo su rey Al Mutamid, el recordado rey poeta de 1069 a 1090. Esto supuso la resurrección de la grandeza en las artes plásticas, buena prueba de ello es el Salón de Embajadores del Real Alcázar, en cambio la instauración de los Reinos de Taifas supuso la fragilidad de la fuerza invasora, haciendo que el avance de las tropas cristianas sea irremediable.
Entretanto, los cristianos se mostraban con frecuencia amenazadores entre los reinos taifas, y en el año 1063, en una de las incursiones cristianas bajo el mando de Fernando I de Castilla descubrieron la débil fuerza militar que poseían dichos reinos. La caída de Toledo en 1085 por Alfonso VI, puso en guardia a la dinastía abbadí que viendo el peligro que aquello suponía, pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África, primero a los almorávides en 1091 y después en 1147 a los almohades manteniéndose ellos en el trono de la ciudad hasta su toma en 1248 por Fernando III de Castilla.
Desde finales del siglo XI y hasta mediados del XII, los reinos de taifas se unificaron bajo los almorávides, pueblo de origen sahariano. Tras el hundimiento del imperio almorávide, en 1151 la ciudad fue absorbida por el Imperio almohade, de origen magrebí. Estas épocas fueron muy florecientes, tanto económica cómo artísticamente para Sevilla, se construyeron la Giralda, el Alcázar y el puente de barcas para unir Triana con Sevilla y se establecieron comerciantes de Génova y de Pisa. Después de la invasión musulmana de Hispania la ciudad se convirtió, junto a Córdoba, en una de las más importantes del occidente europeo.
La etapa almohade fue muy fructífera para la ciudad, la amenaza de las tropas cristianas en el siglo XII en el Estrecho, hizo que se ampliase la zona amurallada y se construyera la Torre del Oro, una torre albarrana que servía como atalaya y para la defensa. Los almohades fueron además de buenos constructores, muy perfeccionistas en la ejecución de ornamentos basándose en el ladrillo, además fueron los introductores de los patios de crucero.
Con ellos se amplió el casco urbano, se reforzó la  seguridad defensiva fortificando el puerto para asegurar la comunicación con el Aljarafe a través de Triana por el puente de barcas, para que el flujo de suministros a la ciudad no se interrumpiera, se construyó la gran mezquita mayor con su torre alminar, la Giralda, construida entre 1184 y 1198, llegando numerosos comerciantes de Génova y Pisa.


En 1247, el rey cristiano Fernando III de Castilla y León inició la Conquista de Andalucía. Tras conquistar Jaén y Córdoba, se apoderó de las poblaciones del entorno, como Carmona, Lora del Río y Alcalá del Río, situándose el ejército en las proximidades de la ciudad. El asedio se prolongó durante quince meses. La acción decisiva se llevó a cabo, en mayo de 1248, por Ramón de Bonifaz, que remontando el rio Guadalquivir rompe el puente que conectaba Sevilla con Triana, por el que le llegaba el abastecimiento a la ciudad desde el Aljarafe. Ante la falta de víveres, la ciudad se rinde el 23 de noviembre de 1248.
La toma de la ciudad por el Rey Fernando III, trajo consigo la adaptación de las mezquitas existentes en templos cristianos, creándose las parroquias en ese estilo tan peculiar, el gótico-mudéjar, además se construye el Palacio del Rey Don Pedro en el Alcázar o la Iglesia de Santa Ana en Triana en el periodo de 1276 a 1280, la pronta construcción de esta parroquia fue como ofrenda de Alfonso X el Sabio por la curación de una grave lesión ocular, de ese periodo es la Torre de Don Fadrique. Además se potenció la recuperación de los conventos de clausura que San Isidoro implantó y que la posterior invasión musulmana eliminó
Aunque no existía capital permanente del reino, la residencia real y la corte eran itinerantes, Burgos y Toledo se disputaban la prelación, a partir de ese momento Sevilla fue una de las ciudades que con más frecuencia sirvió de Capital del Reino. El 30 de mayo de 1252 el rey Fernando III murió en el Alcázar.
 

Durante el reinado de su sucesor, su hijo Alfonso X el Sabio, Sevilla fue una de las capitales de sus reinos, pues la capitalidad iba rotando entre las ciudades de Toledo, Murcia y Sevilla. En esta época se construyeron la Parroquia de Santa Ana en Triana, el Palacio Gótico de los Reales Alcázares y la Torre de don Fadrique. En 1253 el monarca fundó un Estudio General o Universidad, que no tuvo continuidad, por lo que la actual Universidad de Sevilla se considera fundada en 1505. Además el monarca está enterrado en la Capilla Real de la Catedral, templo donde también se encuentran las reliquias conocidas como las Tablas Alfonsíes. También son de época alfonsí las imágenes marianas de la Virgen de los Reyes y la Virgen de la Sede. Además varias Cantigas de Santa María mencionan la ciudad y el Reino de Sevilla.

En el aspecto político y social, Sevilla se convertirá en una de las más importantes capitales de la Corona de Castilla, residiendo el Monarca en el Real Alcázar.
Durante los reinados de Alfonso X el Sabio hasta el de Pedro I el Cruel, fue habitual presencia de la corte en nuestra ciudad. Alfonso X otorgó a la ciudad su emblema NO-madeja-DO, por su fidelidad en la rebelión de su hijo Sancho. Durante ese tiempo se emprendieron numerosas construcciones de iglesias, no así las obras de la catedral que comenzaron en 1433.
La batalla del Salado en 1340 produjo la apertura del estrecho de Gibraltar al comercio naval entre el sur y el norte de Europa y una cada vez mayor presencia de comerciantes italianos y flamencos en Sevilla, puerto clave para la inserción de las rutas meridionales de la Corona de Castilla en esas rutas. La peste negra de 1348, el gran terremoto del año 1355, que causó víctimas y graves desperfectos en numerosos edificios y las consecuencias demográficas y económicas de la crisis del siglo XIV afectaron a la ciudad de forma muy acusada. El agravamiento de los conflictos sociales encontró una vía de escape en la revuelta anti-judía de 1391, suscitada por las predicaciones antisemitas del arcediano de Écija, Ferrán Martínez. 
La llegada de las muchas familias del norte con sus propias formas de vida y costumbres, muy diferentes a las que aquí existían, provocan una difícil convivencia entre las minorías religiosas conversas, los judíos y mudéjares, lo que llevó al asalto de la Judería en 1391. Esta consecuencia trajo consigo la implantación del Tribunal de la Inquisición para la acción represora contra estos grupos.
La judería de Sevilla, una de las comunidades hebreas más numerosas de la Península, prácticamente desapareció a causa de la ola antisemita que se produjo, provocando gran número de asesinatos y de conversiones masivas. A partir de entonces es la comunidad conversa de los cristianos nuevos la que heredará la condición de chivo expiatorio. Al comenzar el siglo XV se iba a iniciar la mayor obra de la ciudad en todos los tiempos, la construcción de la Catedral, terminando con la colocación del cimborrio en 1511. La envergadura de esta obra daba idea de lo que significaba Sevilla en ese siglo XV. El lugar elegido era la antigua mezquita almohade.
Durante una estancia de los Reyes Católicos en Sevilla en 1477, a demanda del dominico sevillano Alonso de Hojeda, se impulsó la fundación de la Inquisición española para perseguir a la herejía judía y la unificación religiosa del reino. La ciudad fue la elegida para el primer auto de fe el 6 de febrero de 1481, en el que fueron quemadas vivas seis personas. 
Con la conquista de Granada por los Reyes Católicos, y el posterior Descubrimiento de América, Andalucía entra en lo que denominaríamos la Andalucía moderna, su situación estratégica y la protección que le daba el río, hizo de Sevilla el centro de las rutas comerciales más importantes del mundo y la capital económica más importante del Reino. Convirtiéndose en la capital económica del Imperio español. El descubrimiento del Nuevo Mundo en 1492 fue muy significativo para la ciudad, se convertiría en el puerto de entrada y salida europeo hacia América. Era una ciudad cosmopolita y universal. Sevilla ya era a finales del siglo XV uno de los principales puertos castellanos en el comercio, principalmente con Inglaterra, Flandes y Génova. La minoría islámica sufrió un duro golpe en 1502, cuando los mudéjares fueron obligados a convertirse al cristianismo, llamándose moriscos quienes lo hicieron, lográndose así la unidad religiosa como base de la unidad nacional.
Se mantuvieron distintos centros en los que se realizaban gran cantidad de intercambio de mercancías y otros efectos relacionados con el movimiento del puerto, uno se encontraba en las gradas de la Catedral y el otro en torno al Salvador para el trato de los suministros de abastos a la ciudad, cómo carnes, verduras, frutas, etc. Siendo la Plaza de San Francisco la Plaza Mayor, el lugar para la celebración de los distintos acontecimientos que pudieran acaecer.
El nuevo escenario supuso solventar una serie de necesidades, cómo la creación en 1503 de la Casa de Contratación para controlar el flujo de personas y mercancías con el Nuevo Mundo y la recaudación de impuestos Reales, el depósito de los materiales que llegaban de ultramar y solventar los problemas judiciales que acarreaban estas funciones, además de lo dicho, se crea la Universidad de Mareantes para preparar a los futuros marinos en las técnicas náuticas. Pero esta enorme actividad se vió mermada como consecuencia de la falta de calado del río en todo su recorrido y principalmente en su desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, no permitiendo la llegada de buques de gran calado.
La prosperidad que todo lo anterior trajo a Sevilla hizo que llegaran a nuestra ciudad un gran número de artistas italianos y holandeses, dando paso al Renacimiento más estricto y arraigando de inmediato en las corrientes artísticas de nuestra ciudad, buena prueba de ello es el edificio del Ayuntamiento y la Casa Lonja, hoy Archivo de Indias, esta Casa de Lonja tenía la función de concentrar a los comerciantes y tratantes que antes realizaban su actividad mercantil en las Gradas de la Catedral. Fue una etapa muy próspera en lo artístico, surgiendo artistas que crearon escuela la llamada escuela sevillana, dominando estilos como el barroco.
La gran producción artística vino propiciada por el gran número de congregaciones religiosas que se establecieron, más de un centenar, lo que hizo posible un importante pedido de obras de arte para perpetuar a sus fundadores en sus distintos pasajes.
Sevilla en esta etapa renovó su urbanismo sustancialmente, dándole monumentalidad a las antiguas puertas de las murallas almohades, se crea el Hospital de la Sangre, antiguo hospital de las Cinco Llagas, se modifica el remate de la Giralda. Fue una época de gran actividad cortesana, la llegada de los Reyes Católicos o la celebración posterior de la boda de Carlos V con Isabel de Portugal.
El Puerto de Indias de Sevilla pasó a ser el principal puerto de enlace con América, manteniendo un monopolio artificial como vía de entrada y salida de las Indias mediante un asiento otorgado por decreto real. Para su administración, los Reyes Católicos fundaron la Casa de Contratación, con el fin de regular las relaciones mercantiles y judiciales con América, se dirigían y contrataban los viajes, controlaban las riquezas que entraban del Nuevo Mundo y junto con la Universidad de Mercaderes, regulaban también las relaciones científicas. Esto conllevó una gran expansión urbana superando los 100.000 habitantes, convirtiéndose en la ciudad más grande de España y mejor urbanizada de la época, en la que destacaban sus calles enladrilladas o empedradas. El puerto de Indias en el siglo XVI albergaba un gran número de embarcaciones a lo largo del río Guadalquivir.
Los más importantes edificios del centro histórico son de esta época, la Catedral terminada en 1506; la Lonja, a la que posteriormente Carlos III ordena su adaptación para albergar el Archivo de Indias, la Giralda transformada en campanario y su Giraldillo entre 1560 y 1568, el Ayuntamiento de 1527 a 1564, Hospital de las Cinco Llagas de 1544 a 1601, la iglesia de la Anunciación de 1565 a 1578, la Audiencia de 1595 a1597, la Casa de la Moneda de 1585 a 1587 y otros edificios nuevos como la Casa de Pilatos, el Palacio de las Dueñas o la Iglesia del Salvador.
 

A su vez se convertía en una metrópoli con consulados de todos los países de Europa, comerciantes venidos de todo el continente se afincaban en Sevilla para realizar sus negocios. La ciudad llegó a ser un centro multicultural, lo que ayudaría al florecimiento de las artes, en especial la arquitectura, la pintura, la escultura y la literatura, jugando así un papel importante en el Siglo de Oro español. Famosas y productivas fueron las fábricas de jabón que se constituyeron en el barrio de Triana, así como la artesanía de la seda,  exportada a toda Europa y la cerámica, muy arraigada en ese barrio.


Gracias al mecenazgo de Catalina de Ribera se crea el Hospital de las Cinco Llagas, para reunir en una única ubicación las dependencias sanitarias existentes. También en los primeros años del siglo XVI la preocupación por contar en Sevilla con estudios superiores se plasmó en la fundación del Colegio Santa María de Jesús por Maese Rodrigo Fernández de Santaella. Esta institución fue el germen de la futura Universidad de Sevilla, que, junto con la aparición de la imprenta, propició el desarrollo de un mundo literario sevillano de gran importancia. También al ser el puerto de América fue residencia de geógrafos y cartógrafos, como Américo Vespucio que fallecía en esta ciudad el 22 de febrero de 1512. El 11 de marzo de 1526 Carlos I contrae matrimonio en la ciudad con Isabel de Portugal.
En los siglos XVII y XVIII, Sevilla cae en una profunda decadencia económica y urbana. Se sospecha que en la gran epidemia de peste de 1649 murieron aproximadamente 60.000 personas, el 46% de la población existente, pasando de 130.000 a 70.000 habitantes. También en esta época el espíritu contrarreformista transforma a Sevilla en una ciudad-convento. En 1671 existían 45 monasterios de frailes y 28 conventos de monjas. Las órdenes religiosas más importantes, franciscanos, dominicos, agustinos y jesuitas, se instalaron en ella. 
En 1604 el Cardenal Niño de Guevara organiza y regula la Semana Santa, entonces con disciplinantes, estableciendo las estaciones de Penitencia a la Catedral y las hermandades de Triana a la Iglesia de Santa Ana, con esta decisión tomó especial auge la imaginería sevillana, llegando a ser todo un referente cuando Alonso Berruguete irrumpe en el panorama artístico de Sevilla, dando lugar a la escuela sevillana de la imaginería en la segunda mitad del XVI. 
El arte barroco, a menudo religioso, florece en la pintura con nombres como Velázquez, Valdés Leal, Murillo y Zurbarán y en escultura con Martínez Montañés y Juan de Mesa. Juan Martínez Montañés fue el máximo exponente de esta escuela, dejando obras hermosísimas de Crucificados, Nazarenos, Niños Jesús, Inmaculadas, Santos o retablos, etc. Dando lugar a discípulos de la talla de Juan de Mesa. Otros como Ruiz Gijón y su Cristo del Cachorro son todo un ejemplo de expresividad.
De esta época datan un gran número de iglesias y retablos así como muchas de las imágenes, pasos y costumbres de la Semana Santa sevillana, conserva la mayor y mejor colección de retablos, como el del Altar Mayor de la Catedral.
Más tarde la pintura sevillana se nutre con la llegada de Pedro de Campaña de la escuela flamenca y los viajes que realizan determinados artistas a Italia para aprender sus técnicas y estilos de pintores como Rafael, Tiziano o Caravaggio, en esto también serían las congregaciones religiosas las que le darían el definitivo empuje con el gran número de pedidos que realizaban, surgiendo pintores que hoy son reconocidos mundialmente en mayor o menor medida.
En mayo de 1700 Carlos II poco antes de morir firma las Reglas de Constitución de la que luego sería la Regia Sociedad de Medicina y demás Ciencias de Sevilla, cuya Primera Cédula Real la concedería el nuevo Rey Felipe V, siendo la primera en España y en el resto del mundo. Ya en el siglo XIX, la Regia Sociedad pasa a llamarse Real Academia de Medicina y Cirugía de Sevilla.
En 1717 la nueva administración borbónica ordenó el traslado de la Casa de Contratación de Sevilla a Cádiz, puerto mejor adaptado para el comercio con ultramar. Sevilla pierde así una gran parte de su importancia económica y política haciéndola caer en otra gran depresión. Esta decadencia hace resurgir una nueva manera de vivir convirtiéndose en la imagen a imitar por otras ciudades aceptando nuestras costumbres. El siglo XVIII, hasta su tercer cuarto, vivió una gran actividad arquitectónica, la llegada de los Borbones a la corona española trajo consigo una amplia reestructuración económica, se construyeron distintos edificios como la iglesia barroca de San Luís, el actual Palacio de San Telmo como Universidad de Mareantes, la Real Fábrica de Tabacos. Pero el terremoto de Lisboa de 1755 causó graves daños a muchos de los edificios, sus reparaciones anticiparon la llegada del neoclasicismo.
Las primeras referencias del consumo de tabaco en España se atestiguan en Sevilla. También la primera fábrica de tabacos del país se asienta en esta ciudad, en la actual plaza del Buen Suceso y plaza de San Pedro, siendo tal el volumen de manufacturación que se ven obligados a dotarles de un mayor espacio en el Prado de San Sebastián, se trata de la Real Fábrica de Tabacos, cuya construcción se inicia en 1728 siendo uno de los primeros grandes proyectos de edificio industrial en la Europa moderna.
Con la edición de un periódico llamado Hebdomario útil sevillano en 1758, Sevilla se convierte en la decana española de la prensa provincial.
El primer año del siglo XIX lo comenzó Sevilla con una epidemia de fiebre amarilla que abarcó toda la ciudad, en cuatro meses fulminó a un tercio de la población. A comienzos del siglo, en el contexto de la Guerra de la Independencia Española tiene lugar la invasión francesa de Sevilla. Siendo el Mariscal Claude Perrin Victor, duque de Bellune, con sus tropas acompañando al rey José Bonaparte, también llamado José I, quienes la ocuparon sin realizar un solo disparo el 1 de febrero de 1810 después de que fuera negociada la rendición por algunas personalidades de la ciudad ante dicho mariscal para evitar el derramamiento de sangre, a pesar de eso el sentimiento anti-napoleónico era generalizado.

Se establecieron hasta el 27 de agosto de 1812, fecha en la que hubieron de retirarse tras la Batalla del Puente de Triana, librada por un contingente anglo-español. Los franceses no se retiraron sin antes haber saqueado la ciudad de numerosas obras de arte por orden del Mariscal francés Jean de Dieu Soult, un personaje nefasto para Sevilla, causando la destrucción de numerosos edificios religiosos para adaptar la ciudad a las nuevas vías de comunicación urbana y la gran rapiña de numerosas obras de arte que hoy podemos ver expuestas en el Museo del Louvre, sin conseguir que sean devueltas a los legítimos dueños.
En 1815 se funda la Compañía del Guadalquivir, con la intención de hacer navegable el río desde Sevilla hasta Córdoba pero al final resultó todo un fracaso.
Desde 1825, durante el mandato de José Manuel Arjona con la colaboración del arquitecto mayor Melchor Cano, se hace patente la política urbanística en la ciudad. En 1833 se crea la provincia administrativa de Sevilla, estaba recién proclamada Isabel II heredera del trono de España. En 1835 con la desamortización de Mendizábal se aceleró el deterioro de los edificios religiosos que existían y su patrimonio artístico, al adaptarlos sus nuevos dueños a las nuevas necesidades, como por ejemplo el Monasterio Cartujo de Santa María de las Cuevas convertido en fábrica de loza y cerámica
Llegado el año 1841, Carlos Pickman fundó una fábrica de cerámica, en ese Monasterio convirtiéndose en la más famosa de la ciudad. Fue una industria productiva hasta los años 1980, cuando fue trasladada al municipio de Santiponce como consecuencia del inicio de las obras de acondicionamiento para la celebración de la Exposición Universal de 1992.
En los años que reinó Isabel II, la clase burguesa inició una etapa constructora sin igual en la ciudad. De aquella época data el puente de Isabel II, más conocido como Puente de Triana.

La estancia de los duques de Montpensier en el Palacio de San Telmo hicieron parecer a Sevilla como si fuera la segunda Corte del Reino. Durante este periodo se completó el alumbrado y se incrementó la pavimentación de las calles, de manera que a principios del siglo XX prácticamente todo el caso antiguo estaba enlosado. En este siglo se fundó la feria ganadera, el 25 de agosto de 1846, embrión de lo que luego sería la Feria de Abril, una idea recogida por Narciso Bonaplata y José María de Ybarra de la antigua feria que Alfonso X creó con el único fin del divertimento de la población.
Hacia la segunda mitad del siglo XIX la ciudad inicia una expansión apoyada en la construcción del ferrocarril, aprovechando el derribo de parte de sus murallas antiguas. La ciudad crece hacia el este y el sur, es el Ensanche decimonónico, que se completa en las primeras décadas del siglo XX con los edificios construidos con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929, la Plaza de España, Jardines de María Luisa, etc. 

Pero antes, en 1898, la profunda crisis como consecuencia de la pérdida de las últimas colonias, Cuba y Filipinas, sumió al país en una profunda depresión, todo ello bajo la regencia de Mª Cristina de Habsburgo, Regente viuda de Alfonso XII, el pesimismo caló en la sociedad motivando grandes cambios en nuestras formas de vida, en la economía y en su política exterior e interior.
En 1902 Alfonso XIII cumple la mayoría de edad y comienza su reinado con la búsqueda de una solución para salir de esa depresión. Desde Sevilla se buscó una posible salida a esa crisis, surgiendo la propuesta del comandante de artillería Luís Rodríguez Caso, la idea de celebrar un gran acontecimiento que revitalizara la economía y nos hiciera recordar nuestro pasado glorioso, una gran exposición que reforzara nuestros lazos con Iberoamérica y así el flujo mercantil con aquellos países se beneficiaría. La idea del comandante Caso tuvo una gran acogida y el evento debía servir como puerta de entrada a las nuevas corrientes externas y animar al Estado a realizar la modernización de las infraestructuras necesarias para el futuro, entre sus objetivos estaban, la reforma urbanística, fomentar el turismo, resucitar el pasado glorioso de la ciudad, creación de puestos de trabajo y mejora económica así como entablar y mejorar la relaciones con países americanos.
Desde que surgió la idea hasta la fecha de su materialización transcurrieron veinte años, tiempo más que suficiente para perfilar sus contenidos temáticos y constituir los órganos directivos que gestionaran la exposición y determinar qué países o regiones participarían en el evento.
Lo más destacable de aquella manifestación hay que buscarlo en el urbanismo. Sevilla en aquellos momentos se encontraba muy atrasada en comparación con el resto de ciudades y países que participarían en la exposición, los problemas más acuciantes eran los relativos al ensanche de la ciudad, el alcantarillado, la pavimentación, agua, luz, viviendas y hoteles.
En principio la exposición estaba prevista para el 1 de abril de 1911, después se retrasó hasta 1914, coincidiendo con la construcción de la obra fluvial de la Corta de Tablada, pero problemas de carácter internacional como la irrupción de la Primera Guerra Mundial o los problemas en el Marruecos español, unidos a problemas internos en cuanto a la gestión del evento lo fueron retrasando hasta 1929 en las postrimerías de la Dictadura de Primo de Rivera. La exposición fue plataforma para personajes sin cuya aportación no hubiera podido celebrarse el acontecimiento: Luís Rodríguez Caso cómo autor de la propuesta, Aníbal González, arquitecto regionalista, o Torcuato Luca de Tena, fundador del periódico ABC. Para la consecución de los objetivos y la edificación del proyecto se creó un Comité Ejecutivo y fue nombrado Director de la Exposición José Cruz-Conde Fustegueras, militar, exalcalde de Córdoba y gobernador civil de la Provincia de Sevilla.
El compromiso del Rey Alfonso XIII fue de gran relevancia. El 22 de octubre de 1926, tras el banquete dado en el Congreso Iberoamericano de Aeronáutica en Madrid, le dijo a José Cruz-Conde Fustegueras: Yo quiero mucho a Sevilla y, cuanto esté en mi mano, lo haré en obsequio de esa bella ciudad.
El monarca ya se había prestado a colaborar con el desarrollo de Sevilla apoyando desde un principio la construcción de la obra fluvial de la Corta de Tablada desde 1909. En 1926 realizaría un emotivo discurso en la Plaza de América sobre la necesidad de apoyar también la Exposición en Sevilla, junto con la Exposición Internacional de Barcelona, y apoyando el papel de la ciudad hispalense como capital económica del Sur de España.
Durante la segunda mitad de los años 20 realizó sucesivos viajes a Sevilla para evaluar presencialmente los avances de la Exposición y realizar importantes sugerencias, atreviéndose incluso a realizar alguna broma a su llegada al Gran Hotel Alfonso XIII de Sevilla el 6 de diciembre de 1928.
La herencia recibida por la ciudad de esa Exposición Iberoamericana del 29, fue un rico Patrimonio con edificios singulares, como la Plaza de España, grandes zonas verdes y distintos pabellones de las naciones participantes, además de un barrio como el Heliópolis construido para alojar a los técnicos que colaboraron en hacer realidad esa Exposición. Su construcción supuso que muchos artesanos de la cerámica, la forja o la carpintería vieran cómo su trabajo se veía recompensado ante tamaña magnitud, dando lugar a un nuevo estilo que nos diferenciaba, el regionalismo sevillano.
Años después la nefasta Guerra Civil Española afecta de lleno a la capital andaluza, en la que ya desde febrero de 1936 se gestaba el golpe de Estado del ejército. El 18 de julio el general Queipo de Llano se hace rápidamente con el control de la 2ª División Orgánica y del centro de la ciudad. En los barrios populares como Triana y la Macarena se movilizan milicias de los sindicatos y partidos de izquierda pero Queipo los derrota mediante una combinación de armamento superior, astucia y una dura represión. Sevilla es ocupada así por los golpistas al mismo tiempo que Cádiz y Algeciras, lo que proporciona a Franco un terreno suficiente para trasladar de forma segura a su Ejército de África a Andalucía. 
A partir de entonces Sevilla pasa a ser ciudad de retaguardia, actuando de cabeza de puente para la ocupación del resto de la península por el Ejército de África, siendo la más poblada de todas las ciudades ocupadas por el ejército faccioso. La represión en la ciudad, entre el 18 de julio de 1936 y enero de 1937, causa la muerte de 3.028 personas, entre ellas el alcalde, Horacio Hermoso Araujo y el que fuera alcalde republicano de la ciudad en 1931, José González Fernández de Labandera o el presidente de la Diputación Provincial, José Manuel Puelles de los Santos.

Y finalmente lo más destacable es la Exposición Universal del 92, conmemorativa del V Centenario del Descubrimiento de América, su enfoque era mostrar la capacidad del ser humano para descubrir, prestando especial atención a la tecnología y al futuro. Esa Exposición sirvió a nuestra ciudad para la modernización de las comunicaciones, tanto ferroviaria, aéreas o terrestres, modernización y ampliación de sus infraestructuras. Dejando una ciudad moderna y convenciendo de nuestra capacidad para la celebración de grandes acontecimientos. Sevilla responde.

 


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