Este interesante monumento sigue
prestando la actividad caritativa, motivo que justificó su fundación en el
Siglo XVII por el caballero aristócrata Miguel Mañara siendo Hermano Mayor de la Hermandad de la Santa Caridad, cuyos
fundamentos era prestar un enterramiento digno a todos aquellos desvalidos que
fallecían en la calle, a los ahogados en el río, que generalmente eran
marineros de los muchos barcos que por aquel entonces tenían su base en el
puerto, y a los ajusticiados cuyo cuerpo no era reclamado por familiar alguno.
Este conjunto artístico consta del propio Hospital y la Iglesia de San Jorge.
Desde su elección como Hermano Mayor, Miguel Mañara planteó la necesidad de crear un hospicio en uno de los almacenes de las Reales Atarazanas lindante con su Iglesia, iniciando sus actividades en 1664 de manera precaria, ya que solo acogían a las personas necesitadas y sin un techo en el que cobijarse para pasar la noche, hasta que en 1672 se le pide a la Corona la concesión de otra de las naves de las Atarazanas para dotarla de enfermería, instalación conocida hoy cómo Sala de Cristo, ya que la preside un Crucificado atribuido a Pedro Roldán, que por cierto también era hermano de la Caridad.
Desde su elección como Hermano Mayor, Miguel Mañara planteó la necesidad de crear un hospicio en uno de los almacenes de las Reales Atarazanas lindante con su Iglesia, iniciando sus actividades en 1664 de manera precaria, ya que solo acogían a las personas necesitadas y sin un techo en el que cobijarse para pasar la noche, hasta que en 1672 se le pide a la Corona la concesión de otra de las naves de las Atarazanas para dotarla de enfermería, instalación conocida hoy cómo Sala de Cristo, ya que la preside un Crucificado atribuido a Pedro Roldán, que por cierto también era hermano de la Caridad.
Al aumentar sus necesidades, en 1678 se
ven obligados a ampliar la instalación, para lo cual encargan al cantero
Rodríguez Espinosa once columnas que darán soporte a la conocida cómo Sala de la Virgen, imagen que esculpe
en 1680 Valdés Leal, hermano también de la Caridad, además se le encarga a Bernardo Simón de
Pineda la talla de un Retablo, que desgraciadamente se perdió.
Los patios tienen una gran importancia ya
que son ellos los que articulan las distintas dependencias que prestan su labor
hospitalaria y proporcionan la luz necesaria a las distintas salas, la Sala de
Cristo, la Sala de Nuestra Señora del Rosario, la Sala de San Antonio y la Sala
de San José. Siendo el arquitecto Leonardo de Figueroa, el que en 1679 llevaría
a cabo su construcción, en uno de ellos se alza una columna con el busto de su
creador, Miguel Mañara, cerámicas que narran alguna de las leyendas de su
impulsor y los famosos rosales que plantara él propio Mañara.
En otros patios sus fuentes toman el
protagonismo, cómo la que cuenta con una escultura central de la Fe o en otra la Caridad, ambas de 1682 y
procedentes de Génova, en sus muros se pueden apreciar lienzos holandeses de
azulejos azules con escenas del Antiguo y Nuevo Testamento procedentes del
convento de los Descalzos de Cádiz.
Antes de acceder a la Iglesia se puede ver un
lienzo de Herrera el Viejo sobre la
Visión de Constantino. La Iglesia actual es uno de los grandes ejemplos del
barroco sevillano, sustituyó a la primitiva capilla del siglo XV al quedar
pequeña e inundarse con las crecidas del río. El proyecto se le encargó al
maestro mayor del Arzobispado, Pedro Sánchez Falconete, en 1640, sin embargo la
construcción sufrió continuas interrupciones por las características del
terreno, recordemos que la zona era un arenal, además de la continua falta de
fondos. Con el nombramiento de Miguel Mañara cómo Hermano Mayor en 1663, la
obra se retoma de nuevo con las modificaciones impuestas, la cúpula
semiesférica de Pedro López del Valle y la nueva ubicación de la Torre adosada al costado
izquierdo de la fachada que cuenta con una bella espadaña, siguiendo la
tradición sevillana la fachada cuenta con varios vanos encuadrados por
apilastrados y elementos cerámicos tomados de los retablos, rematada por una
buhardilla en forma de templete y elementos decorativos piramidales de ladrillo
en sus extremos.
Al pasar a su interior nos encontramos en
el sotocoro con dos excelentes lienzos de Valdés Leal realizados en 1671 y 1672
respectivamente, los Jeroglíficos de las Postrimerías, In Ictu Oculi y Finis Gloriae
Mundi, dos obras un tanto macabras que formaban parte de un programa ideado por
Miguel Mañara que aluden a la banalidad de la vida terrenal y la igualdad en la
de ultratumba.
En los muros laterales del interior se
podían contemplar toda una serie de cuadros alusivos a las obras de
misericordia, los Jeroglíficos de la
Caridad, cuya autoría se debe a Murillo, sin embargo hoy se
encuentran en distintos museos del extranjero tras el expolio del Mariscal
Soult en 1810, se trata de Abraham y los tres ángeles, simbolizando “dar posada
al peregrino”, La curación del paralítico o “Visitar a los enfermos”, San Pedro
liberado por los ángeles o “Redimir al cautivo” y el Regreso del hijo pródigo
que simboliza “Vestir al desnudo”, toda esta serie expresa los fundamentos de la Hermandad de la Santa Caridad, tras aquel
expolio quedaron dos cuadros pertenecientes a esa serie la Multiplicación de
los panes y los peces y Moisés haciendo brotar el agua de la roca. Los cuadros
que hoy podemos ver representan escenas de la Biblia realizadas por Miguel de Luna.
Las paredes se cubren con yeserías y
motivos decorativos vegetales pintados por Valdés Leal todo ello en las
pechinas de la cúpula que encuadran a los Evangelistas, en el intradós aparecen
ángeles portando los atributos de la
Pasión.
El 12 de octubre de 1670 se acuerda en
Cabildo encargar la realización del retablo al escultor Bernardo Simón de
Pineda y la obra escultórica a Pedro Roldán, un conjunto que representa el
entierro de Cristo aludiendo a la expresa obra de la Hermandad, enterrar a
los muertos. La policromía la realizó Valdés Leal. La estructura del retablo es
un gran templete flanqueado por columnas salomónicas todo ello rematado por una
escultura de la Caridad,
de la Fe y la Esperanza. En las calles
laterales aparecen las esculturas de San Jorge y San Roque que suponen dos de
las mejores obras de Pedro Roldán.
Los muros laterales también presentan
retablos de la misma época y del mismo retablista, Bernardo Simón de Pineda, a
la izquierda se encuentra el dedicado a la Virgen de la Caridad, una imagen de principios del XVI y en el
ático aparece el Niño Jesús, una obra de Murillo.
A continuación nos encontramos con el extraordinario
púlpito de hierro forjado y su tornavoz rematado con una escultura de la Caridad, obra de Pedro
Roldán, sosteniendo la escalerilla aparece un ser monstruoso atribuido a Simón
de Pineda.
A continuación otro retablo en el que
aparece centrada una bellísima imagen de Murillo, La Anunciación, como
curiosidad, esta es una pintura que no se realizó para esta Iglesia, aparece
tras una donación realizada en 1686.
Por último la imagen tenebrista de San
Juan de Dios transportando a un enfermo y realizada por Murillo, haciendo
referencia a la labor que realizan los hermanos de la Caridad.
En el lado derecho aparece en primer
término el retablo de San José, una obra de Cristóbal Ramos de 1782. A
continuación un relieve enmarcado en una orla tallada oval de un Exce Homo de
principios del siglo XVII. Le sigue un retablo dedicado al Cristo de la Caridad encargado por
Miguel Mañara a Pedro Roldán y por último una bellísima pintura de Murillo de
Santa Isabel de Hungría.
A los pies de la nave, en el coro, se
puede ver una pintura que cubre completamente el medio punto, es una obra de
Valdés Leal realizada entre 1684 y siguiente, representando la Exaltación de la Cruz.
Por último en la cabecera del templo, la Sacristía, un espacio
rectangular, a la que se accede a través de dos puertas magníficamente talladas
situadas en el banco del retablo, están flanqueadas por parejas de niños
atlantes talladas por Pedro Roldán, en las que plasmó perfectamente el aspecto
infantil. En el interior de esta dependencia destaca la copia de un Cristo
Crucificado cuyo original es de Rubens.
Si su colección artística es de gran
importancia no lo es menos su amplio archivo, en el que abunda la documentación
relativa a los principios y fundamentos de la Institución,
destacando el Libro General de Inventarios de 1674 y la belleza de su portada y
el de Protocolo General en el que aparecen dibujos de ángeles y alegorías todos
ellos de Valdés Leal.
Entre el costado derecho de la Iglesia y el patio
principal se sitúa la Sala
baja de Cabidos, presidida por un cuadro de Valdés Leal en el que representa a
Mañara leyendo las Reglas de la
Caridad, una obra de 1681. También y atribuido a Zurbarán un
Crucificado, una magnifica copia de Murillo de San Francisco Javier y otros
tantos en los que se representan distintos episodios de la vida de Miguel
Mañara además de su propia mascarilla.
En la planta alta se pueden admirar una
buena colección de lienzos, algunos de ellos de cierto interés y todos ellos
reflejando todo un programa iconográfico del pasado de la Hermandad y de aquellos
personajes vinculados con la misma, siendo uno de ellos el que más llama la
atención, en el que aparece una dama, siendo saludada por un caballero, cuya
mitad del rostro y del cuerpo deja ver el esqueleto, su autoría no está
definida, al igual que el lienzo alegórico de la Edades de la Vida, en el que se refleja un
cierto contenido doctrinal y didáctico con versos alusivos a las actividades de
las distintas edades de los personajes que se encuentran en un puente
escalonado bajo el que se sitúa la escena del Juicio Final. Por último y
fechada en el XIX la
Adoración de los Pastores, una obra que refleja un magnifico
dibujo. Hasta aquí la Iglesia y el Hospital,
¿pero quien fue Miguel Mañara?
Nace en Sevilla el 3 de marzo de 1627, en
el seno de una destacada familia de mercaderes de origen corso. Su padre, Tomás
Mañara, consiguió una gran fortuna con el comercio de las Indias, casado con
Jerónima Anfriano Vicentelo.
Desde muy niño recibió una educación acorde
con la posición privilegiada que disfrutaban y con sólo diez años de edad,
accede a la Orden de Calatrava. Con trece años se convierte en heredero
universal de los bienes de su familia al fallecer sus hermanos mayores. Cuando
contaba con veintiún años, tras la muerte de su padre, se casa por poderes con
Jerónima Carrillo de Mendoza, sus ocupaciones se centran en administrar su
fortuna y sus negocios, además de ejercer cómo Provincial de la Santa Hermandad
y Alcalde Mayor de la ciudad.
La muerte de su esposa en 1661 tras trece
años de matrimonio, le hace caer en una profunda crisis personal que le lleva a
cuestionarse su modo de vida y a la necesidad de iniciar un proceso de
conversión, tras apreciar que la riqueza material no le satisface plenamente,
lo cual le lleva a considerar un cierto interés por la vida religiosa,
llevándole a ejercer de ermitaño en la Serranía de Ronda en la ermita de Santa
María de las Nieves. Tras el largo retiro y recogimiento vuelve a Sevilla para
llevar a cabo la obra que mas agradara a Dios y que colmara sus nuevas
expectativas en favor de los demás.
Esta nueva situación personal le lleva a
acercarse a la Hermandad de la Caridad, cuyos inicios se remontan al siglo XV
en el que hay constancia documental de sus fines humanitarios.
Al poco tiempo de ser admitido como
hermano y después de desempeñar las labores propias de la Institución es
encargado por votación para desempeñar el cargo de Hermano Mayor, cargo que en
su caso sería vitalicio, por el impulso que dio a la Hermandad, confeccionando
nuevas Reglas, la construcción de la Iglesia de San Jorge y el Hospital, siendo
el verdadero artífice de la gran labor humanitaria que a día de hoy aún sigue
prestando.
Su muerte el 9 de mayo de 1679 supuso una
gran conmoción en la ciudad, tanto es así, que el propio Arzobispo propuso
iniciar en 1680 los trámites para su beatificación, siendo declarado Venerable
el seis de julio de 1985.
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