Es una Asociación nobiliaria que nace a
propuesta de don Agustín de Guzmán Portocarrero, Marqués de la Algaba, y don
Pedro José de Guzmán Dávalos, Marqués de la Mina, a la que se sumaron treinta
nobles de la ciudad, naciendo como tal el 21 de abril de 1671 cómo resultado de
la resolución acordada en cabildo, tras reconocer a la Virgen del Rosario como patrona y protectora de la Corporación.
Su pasado histórico se inicia tras la
toma de la ciudad de Sevilla por el Rey Fernando III, en la que los caballeros
que participaron junto al Rey fundan una Hermandad bajo la advocación de San
Hermenegildo. Su finalidad era la de impulsar y adiestrar a sus miembros en el
dominio de las artes ecuestres y el empleo de las armas, para ello se basaban
en el juego de cañas, en el que los nobles se colocaban en dos hileras
paralelas y se lanzaban las cañas a modo de lanzas para ser desviadas con el
escudo, también se ejercitaban en el manejo del caballo teniendo al toro como
oponente o simplemente para dominar el arte de la equitación mediante la monta
a la jineta, muy importante para el adiestramiento de los oficiales.
El paso del tiempo hace menguar la
actividad de la Hermandad hasta que Felipe II y posteriormente su hijo, Felipe
III, imponen la revitalización de esos principios en una nueva Institución,
siendo Carlos II el que le diera el definitivo impulso, naciendo el Real Cuerpo
de Maestranza de Caballería de Sevilla.
Pero el reconocimiento de la Corona
vendría tras el apoyo de la Corporación al rey Felipe V en la Guerra de
Sucesión, cuando el propio Monarca en el periodo de 1729 a 1733 durante su
estancia en Sevilla, le otorga importantes privilegios y el tratamiento de
Real. Desde ese momento el cargo de Hermano Mayor lo ostentaría el propio Rey o
alguno de sus herederos, hasta que Fernando VII impone que el cargo sea
ostentado exclusivamente por el Rey.
Entre sus privilegios está el uso del
uniforme en cualquier acontecimiento.
La sede que hoy ocupa la Institución es
obra del arquitecto regionalista andaluz Aníbal González realizada entre 1927 y
1930. La decoración es del Conde de Bulnes inspirándose en los palacios
existentes en Madrid y Aranjuez. Además se le dota de un pasaje elevado que le
lleva directamente a la Plaza de Toros.
Es todo un prodigio de arquitectura
dieciochesca, la blancura de la cal y la sobriedad de balcones y ventanas y su
sobria entrada, denotan una gran armonía en su conjunto.
La configuración del edificio se basa en
dos plantas, en la planta baja se encuentra el Despacho principal del Teniente
de Hermano Mayor, la Biblioteca, la Capilla y las dependencias para la
administración.
En la planta alta se sitúan el Salón
Principal, el Comedor y el Salón de los Espejos, lugar por el que los
Caballeros Maestrantes y familia acceden a la Plaza de Toros.
En su interior se custodia una importante
colección de pinturas y esculturas, destacando los retratos de los distintos
reyes y miembros de la Familia Real y los Tenientes de Hermano Mayor. En su
Biblioteca, cubierta con bóveda decorada al temple con motivos taurinos, se
conservan valiosos manuscritos sobre crónicas anales, pleitos de hidalguía muy
curiosos, Cartas de concesión de títulos nobiliarios y libros de gran
importancia sobre el pasado de la Corporación. En cuanto al libro impreso versa
sobre la genealogía y heráldica, todo lo relacionado con la literatura ecuestre
y la tauromaquia, destacan los tratados de jineta y brida y distintas
biografías.
El amplio fondo documental se subdivide
en sectores, cómo el Archivo Histórico, importante no sólo para la Corporación
sino para la propia ciudad, los libros de Cuentas y Datas, los expedientes de
ingreso de los Caballeros Maestrantes, planos y Carteles de Toros.
Las alfombras que decoran las distintas
estancias han sido elaboradas en la Real Fábrica de Tapices y las arañas que
iluminan son salones han sido creadas en la Granja de San Ildefonso.
Los distintos salones lucen espléndidos
muebles, lámparas y pinturas de diversa procedencia, todo en conjunto le dan un
toque refinado. Entre las pinturas destacan retratos de los primeros Hermanos
Mayores pertenecientes a la Familia Real, entre ellos el de Alfonso XIII que
pintó Gonzalo Bilbao, destaca también la magnifica colección de retratos de los
distintos Tenientes de Hermano Mayor, proporcionando con ello una espléndida
aportación histórica.
La Real Maestranza además presta un gran
servicio a la cultura de la ciudad, realizando o patrocinando actos académicos,
todo ello con la solemnidad que requiere,
además es muy importante la acción solidaria que desarrolla entre
aquellos sectores mas necesitados, colaborando en multitud de actos benéficos,
muchos de ellos llevados a cabo desde el silencio informativo.
Desde su revitalización la Corporación se
puso bajo la protección de la Santísima Virgen del Rosario, cuya imagen con el
Niño Jesús en brazos, obra de Pedro Roldán, preside el Retablo barroco de su
Capilla, obra del ensamblador Dionisio de Ribas de 1665 a 1670. Esta advocación
sustituyó a la primitiva de San Hermenegildo en el siglo XVII. El sagrario de
plata del orfebre M. Seco es otra de las piezas de indudable valor, así cómo
los relieves de Pedro Roldán en los que se representan escenas de la Virgen.
Es curioso que en las propias Ordenanzas
aparezca en su título II, la importancia de cuidar el adorno y decencia en el
culto de Nuestra Patrona, celebrándose el día de su festividad el acto Solemne
de su Función, a la que asisten todos lo Caballeros Maestrantes con sus
familias.
La actual Capilla está situada anexa al
Edificio Sede, su construcción final data del año 1956, siguiendo el diseño
realizado por Aurelio Gómez Millán, anteriormente patrocinaban la capilla del
desaparecido convento Regina Angelorum, un convento del siglo XVI situado en
las inmediaciones de la plaza de la Encarnación de nuestra ciudad y que a causa
de soluciones urbanísticas tuvo que ser demolido en 1905, salvándose al menos
distintas imágenes y ornamentos que la Real Maestranza custodió en sus
almacenes para utilizarlas cuando se debiere, como el retablo de Pedro Roldán y
Dionisio de Ribas, las distintas imágenes entre las que se encuentra la de la
Patrona o la reja de Pedro Roldán que hoy se encuentra en la Puerta del
Príncipe.
Otra de las propiedades por la que es
conocida la Corporación a nivel mundial, es la Plaza de Toros, conocida como Coso del Baratillo y por los
poetas taurinos como Templo Taurino, todo un ejemplo de arquitectura, muy bien
proporcionada imprimiéndole una gran armonía al conjunto.
Construida sobre una elevación del arenal
del Baratillo, su original configuración irregular es consecuencia de las
distintas construcciones llevadas a cabo a lo largo de 120 años.
Su construcción se inicia en 1760, tras
pasar treinta años desde la concesión a la Corporación del privilegio real para
la construcción de una plaza de toros, su finalidad perseguía la sustitución de
las primitivas plazas de madera que existían en ese mismo lugar concluyéndose
en 1881 con su cerramiento definitivo.
El proyecto inicial era de Francisco
Sánchez de Aragón, en el diseño se contemplaba como un polígono irregular de 30
lados, dadas las características del espacio, por lo que en los dos primeros
años, 1761 y 1762, se construyen sólo los sectores correspondientes a tres de
sus lados, correspondiendo a los tendidos que hoy son el 3-5-7, cuya
terminación le corresponde al maestro Pedro de San Martín.
El siguiente año se continúa la obra
introduciendo una serie de modificaciones al proyecto inicial, cómo el diseño
de la Portada principal y el Balcón del Príncipe, la fachada exterior y la
galería cubierta superior. Esta etapa se finaliza en 1766 con la construcción
de otros seis sectores, con lo cual la fachada principal y la interior definen
lo más sustancial de la construcción total.
Las necesidades económicas hacen que ese
año queden en suspenso todas las obras, la tercera fase se retomaría en 1781,
terminando lo que quedó inconcluso y construyendo siete balcones, los almacenes
y algunos tendidos más, toda la obra sigue sin interrupción hasta que en 1785,
Carlos III prohíbe las corridas de toros, con lo cual la obra de fábrica se
paraliza, realizando solamente trabajos de mantenimiento.
Con la llegada de la Reina Isabel II al
trono de España, se reanudan las obras de fábrica por el arquitecto Juan Manuel
Caballero y Ortiz, a la sazón, primer arquitecto vinculado con la Real
Maestranza de Caballería, realizaría la mayor parte de los tendidos, otros
dieciséis balcones.
En 1867 sería Juan Talavera, arquitecto
de prestigio el que se haría cargo de la obra y de la construcción de otros
once balcones además del exclusivo balcón de Diputados.
Más tarde en 1876 lleva a cabo el rebaje
del ruedo y lo cubre de albero, con esta operación de rebaje, le gana otras dos
filas más.
Cuatro años después cierra la arquería
superior con la construcción de los restantes cuarenta balcones, en la zona de
toriles, construyendo veinte a cada lado, además de otras mejoras cómo dotarla
de una entrada exterior para el encierro del ganado, la cuadra, la
guarnicionería, almacenes, enfermería, una zona para el descanso de los toreros
y la capilla de la Plaza. Con esta intervención se da por terminada la
construcción.
No sería hasta 1914 cuando los
arquitectos Aníbal González y José Sáez y López llevan a cabo la sustitución de
los tendidos por otros de ladrillo visto, que son los que hoy podemos ver.
Además utilizan en la Puerta del Príncipe la reja del antiguo convento Regina
Angelorum, que tenía guardada la Corporación.
Posteriormente hacia la mitad del siglo
XX se construye un largo pasillo en la planta baja que rodea todo el edificio,
esta obra la realizaría Joaquín Barquín y Barón.
El ruedo tiene una forma ovoidal muy
peculiar, ello se debe a los distintos métodos y variedad de materiales de
construcción empleados a lo largo del tiempo. En su primera etapa, de 1761 a
1766, se mantiene la fidelidad con el proyecto inicial, en la segunda etapa, de
1781 a 1785, empieza la deformación al reducirse el ruedo para ajustarlo al
espacio disponible y su adaptación al toreo a pie. Para ello el arquitecto
desplazó el centro del círculo y trazar uno nuevo con un radio menor.
La organización de la Plaza se establece
sobre doce tendidos, en los que los impares se sitúan a la izquierda del Palco
Real y los pares a la derecha, siendo de sombra cinco de ellos, el 1-2-3-4-5 y 7,
cuatro de sol, el 8-10-11 y 12 y otros dos de sol y sombra, el 6 y el 9. A su
vez cada tendido cuenta con barrera, tendido, sillón de tendidos, delantera de
palco y gradas. Estos dos últimos se encuentran bajo una serie de 118 arcos que
proporcionan el apoyo a la techumbre. Frente a la Puerta del Príncipe se
encuentra el Balcón del Reloj, bajo el cual se sitúa la puerta de toriles, el
arco de ese balcón se apoya sobre columnas pareadas y cuenta con un frontón
curvo de piedra labrada.
Un apartado importante de este edificio
es su museo taurino, exhibe objetos y obras pertenecientes a los fondos de la
Real Maestranza de Caballería, está estructurado en dos sectores, uno que
muestra una excelente colección de pinturas y estampas taurinas de gran
importancia y el otro sector es el que hace referencia a los orígenes y el
transcurrir a través de la historia de la propia Institución nobiliaria.
En ese primer sector se exhiben lienzos
de la colección de temática taurina de los siglos XVIII al XX, describen
escenas en el campo y en la plaza, toreros y personajes relacionados con ese
mundo taurino, todos ellos son de artistas de reconocido prestigio.
A continuación en otra estancia se ven
libros y objetos, apuntes manuscritos de Mariano Benlliure, otros óleos o un
retrato del XVIII de Costillares. En la Sala de Estampas se muestran toda una
serie de estampas, litografías y grabados de los siglos XVIII al XIX. Le sigue
otra sala con doce aguafuertes de la serie
Tauromaquia realizada por Francisco de Goya en París en 1876.
En el segundo sector nos ilustran sobre
los orígenes de la Corporación Maestrante, mostrando los ejercicios de
entrenamiento de los siglos XVII y siguiente que practicaba la nobleza en el
arte de la guerra, así como la muestra de los distintos oficios auxiliares de
la época, son curiosas las cabezas esculpidas que servían a los caballeros para
el juego de cañas.
Además una colección de pinturas del XIX
sobre el tema taurino, como la cogida de Pepe Illo o figuras del toreo inmortalizados
en bronce como Belmonte, Joselito el Gallo, Espartero y otros.
Otro lugar de enorme sentimiento de
recogimiento y devoción para los toreros, es la Capilla de la Plaza presidida
en su retablo por Nuestra Señora de la Caridad, lugar al que se retiran los
diestros en soledad a meditar y encomendarse momentos antes de realizar el
paseíllo.
Que hemosas imagenes y que buena info tienen.
ResponderEliminarLos felicito por el blog!!