Sevilla, siempre barroca y amante de sus
tradiciones, vive la Navidad intensamente. Es una fiesta que el sevillano la
comienza bien pronto, el preludio lo marca la festividad de la Inmaculada, el 8
de Diciembre, es posible que sea el pistoletazo de salida, con la exaltación
que los tunos rinden ante su monumento en la Plaza del Triunfo, desde el inicio
del día hasta bien entrada la madrugada, congregando a su alrededor a multitud
de personas.
En otro tiempo, pero no tan lejano, los
niños cantaban por las calles los clásicos villancicos para conseguir de los
que les escuchaban, algún aguinaldo generoso, algo que se ha perdido, ya no se
pide el aguinaldo, antes no teníamos las posibilidades de hoy, entonces los
niños tenían la inventiva de pedirlos a cambio de ese cante a coro, ante la
penuria de sus bolsillos. Hoy son coros de otras edades los que brindan su
canto en las calles más emblemáticas y transitadas. Los villancicos tienen su origen en poemas cortesanos que se recitaban en los salones de los nobles en los siglos XV y XVI, más tarde pasaron a ser recitados por el pueblo, denominándose canciones de villanos, posteriormente en el XVII los maestros de capilla los musicalizaron. En cuanto al aguinaldo se basa en una tradición romana según la cual el padrino regalaba a su ahijado una figurita de dulce, con el tiempo evolucionó a un presente monetario.
Lo que se mantiene es la proliferación de
Belenes, o como aquí se les conoce, los Nacimientos. Cualquier entidad, sea
laica o religiosa, pone el suyo propio para ser contemplado por la ingente
cantidad de paseantes que hay en las calles, además en las casas, el árbol de
Navidad no ha conseguido desterrarlo aún, como sucede en otras ciudades. En muchas de nuestras casas, ante la falta de espacio, nos conformamos con montar un simple misterio. No en
vano en esta ciudad se celebra la más importante feria de belenes,
ofreciéndonos toda clase de figuritas y las últimas novedades. Esta tradición se remonta a la Navidad de 1233, cuando San Francisco de Asís reproduce el Nacimiento del Niño Dios en un establo de Greccio en Italia. Posterriormente sería el rey Carlos III el que impulsaría que el Belén se representara en España, Italia y a través de los misioneros se llevara a América como medio para la Evangelización.
Sevilla, en número de conventos le sigue
a Roma y teniendo en cuenta que en cada uno de ellos se elaboran dulces y
pastas desde hace siglos, da lugar a que cada año se celebre una feria en el
Palacio Gótico del Real Alcázar, a primeros de Diciembre, en la que se exponen
sus delicados dulces, para que todo el mundo los adquiera, téngase en cuenta
que muchos de esos conventos necesitan de esta venta para subsistir, algo que
el sevillano sabe, y por eso colabora masivamente, no tanto por solidaridad con
esas religiosas, que también, sino por su exquisito paladar, son dulces hechos a mano, totalmente
artesanal y con productos de reconocida calidad.
El mazapán presente en la mesa se le debe a las monjas del convento de San Clemente siguiendo una receta de 1212, en la que se mezclaban primorosamente el pan con las almendras y el azúcar. Por supuesto y por añadidura está
presente Estepa, pueblo sevillano cuyo producto aparece en cada casa, para ser
degustado con fruición por todos. Otro producto estrella en nuestras mesas es el
turrón, un exquisito producto que se remonta a los árabes que vivían en
España, aunque los italianos creen que es Cremona la cuna de este dulce.
En Jijona está documentado que ya en 1603 se llevaban a cabo siguiendo
la receta de miel, almendras molidas y mucho cariño. Pero lo realmente íntimo y festivo era el ambiente que se vivía en las cocinas de antaño que hacían presagiar lo que iba a llegar, el
humo y el olor del ajonjolí al cocinar los dulces caseros, pestiños, buñuelos
de viento, las empanadillas de batata o calabaza, los roscos y muchos otros que
hacían las delicias de los que al olor de lo que allí se elaboraba, acudía para
ver si furtivamente nos hacíamos con algo de lo que se cocinaba, aunque para
ello nos quemáramos el paladar. .
Era normal que en cualquier azotea se
vieran los pavos que terminarían siendo sacrificados para la cena de
Nochebuena.
Aquellas Navidades, las que se
celebraban en los viejos corrales, en las que la solidaridad de sus vecinos hacía
que nadie se quedara sin su celebración, ya que se solía hacer al amparo de la
candela en el patio comunitario. Canto de villancicos, con los instrumentos que
se tenían a mano o guardados año tras año para la ocasión, la pandereta, el triángulo
o el almirez, la botella de aguardiente y el cántaro con su alpargata. Era una época
en las que a pesar de que la penuria económica era palpable, el carácter
festivo hacía que por un momento se olvidaran de la falta de recursos, Dios
proveería. Y Dios proveería en la Misa del Gallo, una misa a la que asistían multitud de fieles, hoy quizás menos, pero todos con la intención de dar la bienvenida al Niño Dios.
Se solían regalar presentes navideños a los maestros de escuela, al médico que te atendía o al guardia urbano, hoy municipal, que con sumo agrado regulaba el tráfico. Parecía que al menos por unos días, todos éramos mejores personas.
La tradición de las uvas en la Nochevieja, es relativamente cercana, se remonta al año 1909 en el que la producción de uvas tuvo un resultado excelente, por lo que para evitar su destrucción se ideó el tomar un grano de uva en cada una de las campanadas que daban paso al nuevo año.
Se solían regalar presentes navideños a los maestros de escuela, al médico que te atendía o al guardia urbano, hoy municipal, que con sumo agrado regulaba el tráfico. Parecía que al menos por unos días, todos éramos mejores personas.
La tradición de las uvas en la Nochevieja, es relativamente cercana, se remonta al año 1909 en el que la producción de uvas tuvo un resultado excelente, por lo que para evitar su destrucción se ideó el tomar un grano de uva en cada una de las campanadas que daban paso al nuevo año.
...Y para finalizar las Fiesta Navideñas,
la Cabalgata de Reyes, un cortejo que congrega plenamente en su recorrido a los
sevillanos y foráneos, por la gracia de sus componentes, las bandas, que
normalmente se dedican a la música que acompaña a los Pasos de Semana Santa, en
este caso hacen arreglos de aquellas canciones jocosas que sobresalen en el
panorama musical o las canciones de aquellos payasos que hacían las delicias de
los niños de otro tiempo, para que el espectador se contagie y colabore con su
expresividad al paso de los beduinos, cuya coreografía desmadrada, un desorden
ordenado, anuncia la llegada de la carroza de cada Rey Mago.
Y a la mañana
siguiente, si aún le quedan fuerzas y ganas, una visita a Triana para ver su
cabalgata, cargada de simpatía y regalos, que sin parar, van tirando caramelos
y juguetes a cuantos estamos disfrutándola, niños o mayores, aunque son éstos últimos
los que más disfrutan, culminando el fin de unas fiestas que anunciaron la
llegada del Niño Dios.
Pero antes de finalizar, ese día 6 el desayuno con el tradicional
Roscón de Reyes, un invento romano en el que para celebrar la llegada del Año
Nuevo se repartían entre plebeyos y esclavos unas tortas redondas hechas con dátiles,
higos y miel. En su interior se escondía un haba seca para que aquel que se la
encontraba fuera nombrado rey de las fiestas. A España llegó con Felipe V. Hoy
se decoran con frutas escarchadas y rellenos de nata, trufa, cabello de ángel o
crema. Todo un pecado para finalizar unas fiestas en las que al finalizar
notamos que la ropa ha encogido unas tallas sin saber por qué.
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