Este mismo año de 1629 lleva a cabo esta otra pintura
(((*))) La Exposición del
cuerpo de San Buenaventura, la exposición del cuerpo es un rito conocido en nuestros
funerales cómo el velatorio. Zurbarán había pintado una serie sobre el santo
franciscano y en éste, aparece el cuerpo del monje vestido con las ropas
talares propias para celebrar la liturgia, con la mitra de cardenal a sus pies.
Está colocado en una atrevida diagonal, que no llega a convencer sin embargo en
su disposición. Le rodean los diversos asistentes agrupados por parejas dando a
entender los tristes comentarios que debía suscitar el velatorio. Como dato
curioso destacamos la presencia junto al Papa del rey Jaime I de Aragón, quien
en realidad no estuvo en el velatorio ya que se había ido siete días antes de
la muerte del santo.
El culto a la Inmaculada es una de las señas de identidad de
la sociedad española del siglo XVII, sobre todo a raíz de una gran polémica
entre defensores y detractores que tiene lugar en Sevilla en 1616. A partir de
ese momento la ciudad se convierte en uno de los grandes focos concepcionistas
del país y sus pintores dedican gran parte de sus energías a promover la
devoción. Zurbarán es uno de los más activos en este sentido y a él se deben
varias obras sobre este tema, obras muy repartidas por los distintos museos y
estancias a lo largo del mundo.
Atendiendo las múltiples peticiones que solicitaban los
clientes particulares sobre la infancia de Cristo, realiza en 1630 el lienzo
conocido cómo (((*)))
El Hogar de Nazaret, y es que la devoción particular de intelectuales y
místicos del siglo XVII contribuyó en gran medida a la creación artística del
Barroco, al tiempo que la Iglesia católica fijaba estrictamente los límites de
la representación sagrada. Jesús está en su casa, iluminado por la luz dorada
que procede del cielo y observando con cierta tristeza la Virgen que ve
perfectamente los sufrimientos futuros de su hilo.
La escena está repleta de
símbolos de significados trascendentales, como en todas las obras de esta época,
la túnica malva de Jesús se identifica con la ropa del sacerdote en Adviento,
es decir, con la penitencia. Los paños blancos diseminados por la estancia son
símbolo de pureza, la labor textil de María y los libros significan el amor por
el trabajo, las frutas de la mesa simbolizan la redención, las palomas
representan el alma resucitada, el cacharro con agua a los pies de Jesús alude
al bautismo... Es decir, sustituyendo cada elemento conseguimos una lectura
mística que los fieles de la época experimentaban al contemplar el cuadro, para
meditar y alimentar su oración. Las figuras carecen de aureolas y la única
alusión clara a la santidad o divinidad de los personajes es un discreto
rompimiento de gloria en el que aparecen difuminadas algunas cabezas de
querubines.
En 1631 pintaría una de sus obras mas conocidas (((*))) la
Apoteosis de Santo Tomás de Aquino.
Como muchas de las grandes órdenes del
siglo XVII, los dominicos fundaron en nuestra ciudad un colegio al lado del propio
convento, el colegio de Santo Tomás. Zurbarán recibió el encargo de pintar esta
Apoteosis, al tiempo que se le daban precisas instrucciones acerca de su
ejecución, qué tamaño debía tener la obra, el lugar en el que tendría que colocarse,
en este caso sería el Altar Mayor, el tema que representaría y los personajes
que debían aparecer.
El tema es una exaltación de la propia labor del Colegio y de
sus monjes. Santo Tomás de Aquino es una de las figuras más relevantes de la
teología cristiana, se le nombró Doctor de la Iglesia en 1567, por su
importancia aparece rodeado de los cuatro Padres de la Iglesia y otros tantos
personajes fundamentales para la elaboración de la doctrina. A su derecha se
encuentran conversando San Ambrosio y San Gregorio, a su izquierda San
Jerónimo, de rojo cardenalicio, y San Agustín. Los cinco intelectuales se
encuentran en el plano superior del cuadro simbolizando el mundo divino. Sobre
sus cabezas, el cielo en pleno asiente a sus conclusiones, destacando Dios
Padre y Dios Hijo portando la cruz. A estas dos figuras trinitarias se añade en
el centro el Espíritu Santo, que ilumina con sus rayos a Santo Tomás.
En el plano inferior se encuentra representada la tierra, apareciendo
los personajes principales de la Orden y el emperador Carlos V, su presencia se
explica porque fue él quien facilitó los terrenos y la dote necesaria para la
construcción y puesta en marcha del Colegio. A lo largo de su vida, el
emperador ofreció su patronazgo continuo a los monjes y a los alumnos, el
centro lo ocupa una mesa con los estatutos y la bula fundacional del Colegio,
lugar en el que plasma su firma el autor, apareciendo además un birrete de
doctor. A su izquierda aparece Fray Diego de Deza, como fundador del colegio
siendo Arzobispo de Sevilla y otros tres dominicos. Tres rayos de luz iluminan
oblicuamente el cuadro, la sien derecha del santo, la barba y el libro. Un gran
manto ocre, de pliegues muy simples, cubre su cuerpo y consigue atemperar, con
su suave tonalidad, los contrastes de la parte superior del cuadro.
Otro de los temas en los que nuestro pintor destacó es el de
los retratos, siendo más frecuentes en sus últimos años, en los que vivió de encargos
particulares más que de los grandes clientes eclesiásticos. Sin embargo,
durante la época de mayor éxito, realizó con frecuencia retratos ideales de
santos o grandes personajes de la Iglesia, por lo que tampoco debe extrañarnos que
ese mismo año de 1631, pintara al Arzobispo de Sevilla (((*))) Fray Diego de Deza y Tavera,
retrato destinado para presidir la biblioteca del colegio de Santo Tomás, fundado
como dijimos antes, por el propio Deza en 1517.
El artista consigue mediante la
elección de su modelo, traducir el tenaz y vigoroso espíritu que poseyó el
arzobispo. Sirvió como capellán de Fernando el Católico y obtuvo el cargo de
Inquisidor General del Santo Oficio, cargo que desempeñó incluso siendo
arzobispo de Sevilla. Hombre de espíritu recto y equilibrado, fue el más eficaz
protector que tuvo en la corte Cristóbal Colón.
Zurbarán emplea para este trabajo los tipos establecidos
desde antiguo para los retratos oficiales, fray Diego aparece sentado en un
sillón, captado de cuerpo entero y con la mirada sesgada hacia el espectador,
lo que presta a su expresión un matiz inquietante y distanciado, le vemos vestido
con el hábito de fraile dominico cubierto con el roquete, símbolo de su
jurisdicción y alusivo a su caridad, vemos que ese roquete está perfectamente plegado y
lleno de encajes absolutamente prodigiosos, dejando ver la pedrería de la cruz
que asoma.
Su cabeza se toca con el bonete, aludiendo a su dignidad. En todo
ello podemos apreciar el conocido color blanco de Zurbarán, de quien se decía que
era capaz de pintar más de un centenar de tonos diferentes. El empleo de los
colores que el artista aplica en este lienzo es extremadamente severo, pues se
limita a tres solamente, blanco y negro para la figura, y el rojo, que presta
relieve y contraste esparcido en la mesa y el sillón. Esta simpleza de colores
está sabiamente utilizada por el autor, quien la pone al servicio del retratado
para darle dignidad y relevancia, consiguiendo interpretar el tenaz y vigoroso
espíritu que poseyó el Arzobispo.
Zurbarán no fue sólo pintor de la vida monástica, también
relató episodios históricos, como este que vemos (((*))) La Rendición de Sevilla,
encargado por los mercedarios del Convento de la Merced Calzada.
La Orden
estaba interesada en mostrar su relación con la conquista de Sevilla durante la
ocupación musulmana, así como el servicio que prestó a la corona castellana,
igual que hicieran los monjes jerónimos con la serie que encargaron a nuestro
pintor para el Monasterio de Guadalupe.
El tema que narra es la entrega de las llaves de la ciudad
por parte del gobernador Achacaf al rey Fernando III el Santo. Estos caballeros
se distinguen por sus bruñidas armaduras sobre las que penden los escudos
mercedarios, mitad religiosos, mitad guerreros, los mismos que adornan los
hábitos blancos de los monjes. Entre éstos se encuentra nada menos que el
fundador de la Orden, San Pedro Nolasco, caracterizado como un anciano ya que moriría
al año siguiente de la conquista. La escena es rica en personajes, podemos
contemplar la torpeza de Zurbarán a la hora de componer escenas complejas, el
espacio resulta visiblemente dividido entre el primer plano, donde se
apelotonan los personajes principales, y el fondo, con el campamento de los
cristianos que han participado en el sitio de Sevilla. La escena es similar si
miramos la pose de los protagonistas a un lienzo de igual título pintado por
Francisco Pacheco.
Ese mismo año de 1634 realiza un viaje a Madrid por intercesión
de Velázquez ante la Corte para que colaborara en la decoración del Palacio del
Buen Retiro, para ello realiza un primer encargo cuyo tema sería (((*))) La Defensa de Cádiz contra los ingleses.
Representa a don
Fernando Girón, gobernador de Cádiz, dando instrucciones a sus subordinados
para organizar la defensa de la ciudad amenazada por la escuadra inglesa que
aparece al fondo. Ese suceso, que tuvo lugar en 1625, fue una de las acciones
bélicas elegidas para decorar el Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro en
Madrid. Es una obra importante y singular dentro de la carrera de Zurbarán, no
sólo porque fue un encargo de la corte, sino también porque se trata de una de
las escasas ocasiones en las que se acercó a un tema de la historia civil. El
artista muestra algunas de las virtudes que le convierten en un punto de
referencia de la historia de la pintura española de su tiempo, como es su
precisión a la hora de retratar o su capacidad para reproducir de manera exacta
y detallada una gran variedad de texturas.
Su estancia en Madrid fue muy fructífera para su carrera, ya
que para ese Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro pintaría en 1634 una
serie de diez lienzos dedicada a los trabajos de Hércules, estos trabajos
simbolizan tanto el valor del héroe cómo el del Rey y la monarquía, cómo el
triunfo de la Virtud sobre el Mal y la Discordia. Entre ellos podemos destacar (((*))) la lucha de Hércules con el león de Nemea, narra uno de los
primeros trabajos que el rey de Micenas solicitó a Hércules, exterminar al
fiero león que asolaba la región de Nemea. Tras matarlo, abalanzándose sobre él
y asfixiándolo con los brazos, Hércules lo despellejó y su piel la utilizó para vestirse,
utilizándola como talismán protector.
(((*))) Hércules separa los
montes de Calpe y Abyla, uno de los últimos trabajos encomendados a Hércules
fue crear el estrecho de Gibraltar mediante la separación o acercamiento, según
algunos autores, de los montes Calpe y Abyla. A través de este acontecimiento,
que manifiesta la estrecha vinculación del semidiós con España, se recuerda la
elevación de las dos célebres columnas hercúleas con el lema Non plus ultra,
divisa que Carlos V convertiría en el emblema imperial de los Austrias. Los
trabajos de Hércules simbolizan tanto el valor del héroe, y con él, el del Rey
y la monarquía, como el triunfo de la Virtud sobre el Mal y la Discordia. Formó
parte de la serie de lienzos sobre los trabajos de Hércules que realizó
Zurbarán para la decoración del Salón de Reinos del Palacio del Buen Retiro.
Y por último nos encontramos con la (((*))) Muerte de Hércules, abrasado
por la túnica del centauro.
Sin duda es uno de los lienzos más interesantes de la
serie dedicada a este personaje mitológico, en el que muere por mano de su
propia esposa engañada. La composición sorprende por su audacia y dramatismo,
frente a sus habituales representaciones estáticas, carentes de cualquier
complejidad. Al fondo de la escena alude a la victoria póstuma del centauro
sobre Hércules, representándolo en el paisaje del segundo plano, huyendo.
Respecto a la posición de Hércules, parece ser que recurrió a antiguos
grabados, como era habitual, considerándose como la fuente original un
hermosísimo grabado de Leonardo da Vinci titulado San Jerónimo. Por lo demás,
el colorido y la luz son los del maestro, empleando los violentos reflejos de
las llamas para destacar el cuerpo del protagonista contra un fondo muy oscuro,
en el mejor estilo tenebrista. Esta serie sobre los Trabajos de Hércules,
estaba destinada para decorar las sobrepuertas de ese Salón de Reinos.
Su estancia en la capital resultó determinante para su
evolución pictórica, con Velázquez analizó y meditó sobre sus obras, pudiendo
contemplar los trabajos de los pintores italianos que trabajaban en la Corte, provocando
que desde ese momento renunciara al tenebrismo de sus inicios.
Terminado este trabajo y con el título de "Pintor del
Rey", volvió a Sevilla, donde los encargos se le acumulaban, teniendo
peticiones para Nuestra Señora de la Defensión, la Cartuja de Jerez, la iglesia
de San Román de nuestra ciudad, etc. Sevilla en esos momentos era uno de los
grandes puertos europeos que vivía del comercio con las Indias, los galeones
llegaban cargados de oro y zarpaban con las bodegas llenas de productos
españoles, entre otras cosas de obras de arte.
Probablemente destinada a la devoción doméstica, corresponde
a un tipo de obra muy característico de Zurbarán, jóvenes y delicadas santas,
representadas con sus atributos tradicionales, que se recortan elegantes sobre
un fondo oscuro para subrayar la delicadeza de sus rasgos y sus gestos. En
muchos casos se trata de retratos a lo divino, en los que representaban las
facciones de quien encargó la obra.
En 1638 se proyecta la sacristía del monasterio de
Guadalupe, cuyas obras no concluirán hasta 1647. El Monasterio ha sido y es un
monumento de notable importancia, fue el principal Monasterio de la Orden
Jerónima y es un exponente excepcional de la arquitectura por su diversidad y
variedad de estilos, destacando el Templo, el Claustro Mudéjar y el templete,
este último único en el mundo, está muy vinculado a la historia media y moderna
de España por su relación con los reyes Católicos, siendo protagonista de
excepción en la evangelización y conquista de América. La arquitectura de la sacristía habilita una
serie de espacios para disponer en ellos lienzos sobre la orden Jerónima que el
prior Diego de Montalvo encarga a Zurbarán. La idea era la de convertir aquella
sacristía en una edificación que llamara la atención real sobre las bondades
divinas y humanas del monasterio y su historia para que sirviera como acción
propagandista. Los lienzos se alternarían con la rica decoración de la
sacristía, existiendo un cierto paralelismo con el Salón de Reinos del palacio
del Buen Retiro. Era necesario, pues, seleccionar los temas, que lógicamente
habrían de ser referencia de la Orden jerónima.
Para ello pintó a (((*))) Fray Gonzalo de
Illescas, uno de los grandes patriarcas de la orden, sentado en su despacho en
actitud de escribir.
Tras él, una ventana abierta nos muestra una escena
secundaria, aludiendo a las virtudes de su Orden y a las del propio fraile, se
trata de unos pobres recibiendo limosna de un monje jerónimo, lo que nos indica
que la escena es una alegoría de la caridad. Fray Gonzalo se encuentra en un
interior prodigiosamente reflejado. El cortinaje rojo de abundantes y gruesos
plegados, la mesa sobre la que el padre escribe muestra una naturaleza muerta,
la calavera, que recuerda la mortalidad del ser humano, el reloj de arena
aludiendo al paso del tiempo y los libros que nos hablan de lo efímero del
conocimiento. El fraile mira de frente al espectador con un gesto severo e
inquisitivo. Su rostro es tan veraz como el retrato más fiel, aunque Zurbarán
no solía retratar a los monjes objetos de la serie. Su gesto solemne y
autoritario se explica por una vida llena de honores, Gonzalo de Illescas llegó
a obispo de Córdoba y Consejero del rey Juan II. En esta obra se aprecia una
cierta evolución en su estilo y cómo va abandonando poco a poco el tenebrismo.
También podemos destacar (((*))) la misa del Padre
Cabañuelas, pintado como el anterior en 1638, posiblemente como primera obra
que sirviera de presentación de todo el proyecto y en la que Zurbarán se
esforzó especialmente antes de recibir el encargo definitivo.
Narra el milagro
sucedido al padre Cabañuelas mientras celebraba la eucaristía, en un instante
concreto dudó sobre la presencia real de Cristo en el pan y en el vino, cuando
todo se oscureció y entre las nubes que se formaron apareció la sagrada forma
entre luces doradas, al tiempo que una voz le decía al fraile que creyera y
callara lo que había visto.
Sin embargo el hecho fue pronto conocido y
divulgado a lo largo y ancho del Reino, llegando a oídos de los reyes de
Castilla, don Juan II y su esposa doña María de Aragón, que acudieron a
Guadalupe para conocer al protagonista del milagro, siendo ya prior del
monasterio, quedando tan prendados de su virtud y santidad, que la reina le
eligió cómo su consejero espiritual y mandó en su testamento que cuando
trajeran sus restos al Santuario, colocaran a su lado los del padre Cabañuelas.
En 1639 muere Beatriz,
su segunda esposa y ese mismo año en pleno abatimiento pintaría distintas obras
entre las que se encuentra éste (((*))) San Francisco en meditación, en la que
vemos cómo el tenebrismo de Caravaggio aún persiste, esta influencia fue
crucial en la primera etapa de Velázquez y a lo largo de toda la carrera de nuestro
artista.
Este cuadro que contemplamos ahora es una excelente muestra de lo que
hemos comentado. La composición es muy forzada, con una tremenda diagonal
dividiendo la superficie en dos partes iguales, la línea está formada por el
cuerpo del santo, muy acentuada gracias a (((*))) los remiendos de su hábito franciscano.
Sobre ellos se refleja con violencia un foco de luz amarillenta, obviamente de
origen artificial, que crea profundos contrastes de luz y sombra entre la parte
iluminada y el resto de la composición. Al fondo, una claridad crepuscular
recorta la silueta de un paisaje boscoso. Esta técnica era muy propia de
Zurbarán, usaba dos fuentes de luz, una fuerte para destacar el primer plano y
otra más débil para insinuar el fondo. El Santo más humilde de la Iglesia
aparece de este modo en oración, en actitud de estar dialogando con lo sublime,
vemos que hacia allí se dirige su mirada al tiempo que gesticula como queriendo
explicar algo. En una mano sujeta una calavera, mientras el otro brazo se apoya
en un libro. Son los objetos de su meditación que le llevan a ese diálogo
divino. En este otro pintado el mismo año (((*))) San Francisco en éxtasis.
El
esmero que pone Zurbarán a la hora de representar al santo es primoroso, son muchos
los cuadros que realizó sobre este personaje a lo largo de su vida. San
Francisco fundador de la Orden de los "hermanos menores", llamados
así por la pobreza y sencillez con que pretendían reformar el mundo, esta
pobreza y el acentuado misticismo del Santo, entregado con frecuencia a la
meditación, trataban de ser puestos de relieve por los pintores que se
acercaban a su figura. Zurbarán hace hincapié en estos dos rasgos,
aprovechándose de sus extraordinarias dotes para representar con fidelidad los
materiales y las expresiones del rostro.
Reproduce el hábito de tela muy basta,
pardusca, lleno de remiendos en los cuales pueden apreciarse perfectamente los
rotos y descosidos del codo. Este prolongado estado de concentración le ha llevado
al éxtasis místico y por su expresión podemos imaginar que se halla ante la
presencia de Dios.
Estas obras dedicadas a San Francisco fueron realizadas
tanto para comunidades franciscanas como para clientes particulares devotos del
santo seráfico. La estigmatización, la meditación y las visiones divinas de San
Francisco son los temas repetidos por Zurbarán.
Pero a esta tipología
iconográfica convencional nuestro artista añadirá la del (((*))) San Francisco muerto, de
pie, con los ojos mirando al cielo y las manos metidas en las mangas del
hábito, imitando la forma en la que el papa Nicolás V encontró la momia del
santo en 1449. Sin embargo, consigue que la muerte esté patente en el lienzo,
para que se sepa que se refiere a este milagro. Por ello, el cadáver ofrece una
evidente rigidez, acompañada de un rostro amarillento y con la piel tirante, lo
cual contrasta con la postura erguida, como si estuviera vivo. Hubo muchas
representaciones de este tema, sobre todo en la escultura, esta imagen recuerda
a alguna de esas esculturas por el volumen de la figura conseguido por el
característico empleo de la luz siguiendo los postulados del Tenebrismo.
Continuará...
Continuará...
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Escribe que te ha parecido o cualquier cosa que creas oportuna.