PLANTA ALTA O PALACIO ALTO
Dentro
de la estructura del antiguo Palacio Mudéjar, el Cuarto Alto se convirtió en la
Residencia Oficial de SSMM los Reyes, Don Juan Carlos I y Doña Sofía en Sevilla,
como manda la tradición. Su estado actual es el resultado de las ampliaciones y
reformas llevadas a cabo a lo largo de los siglos y en especial durante el
reinado de los Reyes Católicos, Carlos V, Felipe II, Felipe V, Isabel II, cabe
añadir que estos dos últimos monarcas residieron durante largas temporadas en
Sevilla.
Está considerada
como área oficial de la residencia Real y abarca una extensión cercana a los
dos mil metros cuadrados. En ella, se encuentran dos estancias del siglo XIV,
la cámara y dormitorio Real, y otras dependencias construidas en los siglos XV
y XVI que se fueron añadiendo hasta completar toda la superficie que ocupa la
planta baja, si bien algunas de ellas se han visto modificadas en el pasado
siglo cuando se acondicionó para residencia de la Reina Isabel II.
El acceso se realiza por la escalera situada en el ángulo suroeste del patio de la Montería, construida a finales del siglo XVI en tres tramos. Esta escalera principal del palacio posee un importante artesonado de casetones poligonales con rosetones en su interior y se encuentra decorada con un variado zócalo de azulejería de la misma época, aunque proveniente del cercano convento de Madre de Dios y colocado en la intervención efectuada en la pasada década de los ochenta.
El acceso se realiza por la escalera situada en el ángulo suroeste del patio de la Montería, construida a finales del siglo XVI en tres tramos. Esta escalera principal del palacio posee un importante artesonado de casetones poligonales con rosetones en su interior y se encuentra decorada con un variado zócalo de azulejería de la misma época, aunque proveniente del cercano convento de Madre de Dios y colocado en la intervención efectuada en la pasada década de los ochenta.
Por la
puerta inmediata al desembarco de la escalera
se entra a una pieza rectangular, actual vestíbulo, que en su origen fue
la alcoba de la reina Isabel la Católica,
cubierta con un rico artesonado del siglo XV donde figura repetidamente el
conocido símbolo de “Tanto Monta”, acompañado con el yugo y las flechas. Sus
muros se encuentran revestidos con tapices enmarcados de la segunda mitad del
siglo XVIII, realizados en la Real Fábrica de Tapices de Madrid al estilo de
David Teniers.
De las tres puertas que tiene la estancia, una conectada con la
antecámara Real, otra con el patio de las Muñecas, pasaremos por la última que
está situada a la derecha y que da a una saleta con artesonado octogonal,
también del siglo XV y que a su vez nos conduce a una de las piezas principales
de toda la planta alta: El oratorio de Isabel
la Católica.
El
oratorio se encuentra actualmente separado por una reja que procede de la
desaparecida casa de Sánchez Dalp, que se encontraba en la plaza del Duque, y
es copia abreviada de la construida por el franciscano Francisco de Salamanca
en el siglo XVI para cerrar el coro de la Catedral hispalense. En su reducido
espacio se aprecian tres divisiones del recinto sacro: El altar como área
divina, la pequeña crujía central reservada como zona real y dos escalones mas
abajo el espacio para todos los demás. La importancia de la pieza se hace
ciertamente extraordinaria, entre otras razones, por poseer el primer altar-retablo sevillano
revestido con azulejería polícroma de superficie lisa, obra realizada por el
pisano Francisco Niculoso en 1504. En su cuadro central se representa la
visitación de la Virgen María a Santa Isabel y en su alrededor corre una orla
con el árbol genealógico de Jesé. En el frontal del altar aparece representada
la Anunciación rodeada de escudetes, monogramas y otros elegantes ornatos,
entre los que se encuentran los emblemas de los Reyes Católicos y sus
iniciales.
Saliendo
del oratorio y siguiendo el recorrido previsto se cruza una estancia que fue
edificada en el siglo XV para ser dormitorio del príncipe D. Juan, aquel que muriera
en Tordesillas poco antes de cumplir veinte años del “mal de amores”, según
reza en su epitafio. Posteriormente esta habitación se convertiría en antecomedor de gala y en la cual
encontramos, entre otros objetos, dos magníficos escritorios de pie cerrado,
estilo bargueño, del primer tercio del siglo XVII. El comedor de gala continuo es de planta rectangular con luz
cenital a través de tres linternas ejecutadas entre 1876 y 1877, como tantas otras modificaciones efectuadas sobre
el primitivo cuerpo levantado en el periodo de Felipe II. En sus paredes
cuelgan tres tapices de la serie conocida del Quijote, uno de Dídos y Eneas,
otro en el que se representa a la Templanza deteniendo a Venus y el tercero, la
Avaricia castigando a Cupido. Todos ellos fueron realizados en Bruselas en el
siglo XVII y están tejidos en lana y seda.
La visita
se continúa pasando por la galería
exterior de dos cuerpos que da al patio del Príncipe, construida entre 1589
y 1595 según diseño de Lorenzo de Oviedo, considerada actualmente como una de
las primeras construcciones manieristas de Sevilla, si bien la cristalera y
barandilla que cierran el espacio por su fachada externa fueron instaladas en
1969. En su construcción primitiva conectaba las habitaciones de la reina con
la del rey por la zona oeste del palacio, tanto en la planta baja como en la
alta. A través de ella nos introducimos en la crujía posterior que presenta su
frente a los jardines hispanomusulmanes. Estas estancias son hoy utilizadas
como comedor de ayudantes y salones de paso, aunque con anterioridad sirvieron
como comedor familiar y salas de los
Infantes. Es un
conjunto de salas destinadas a los hijos de los Reyes y formaban parte de lo
que se conocía como Cuartos del Rey, aunque hoy se les ha dado una función
distinta, por ejemplo una de las salas al estar al lado del Comedor de Gala, se
utiliza como Comedor de Familia. Los artesonados de todo el conjunto están
decorados con los emblemas imperiales, apoyados sobre frisos platerescos de
yeserías. Desde ese Comedor de Familia se accede al Mirador de los Reyes
Católicos.Se encuentran cubiertas con artesonados del siglo XVI decorados
con el emblema imperial sostenido aparentemente con yeserías platerescas,
elementos ambos muy restaurados en la pasada centuria. En el interior de las
habitaciones nos encontramos retratos de la familia de la reina Isabel II
realizados por Bernardo López, Fernando Ferrant y José María Esquivel, mientras
que del conjunto de su mobiliario cabe destacar las mesas y consolas de siglo
XVIII, una mesa de caoba inglesa del siglo pasado y un reloj inglés georgiano
al gusto oriental, tipo Bracket, de la segunda mitad del siglo XVIII.
Algo
elevado con respecto al nivel del suelo general se encuentra el mirador de los Reyes Católicos,
cubierto también con un artesonado del siglo XV y con una serie de tres dobles
arcos de herradura situado hacia los jardines y hacia el patio de las
Doncellas. En la restauración llevada a cabo por el director-conservador don
Rafael Manzano en 1977, aparecieron interesantes restos de pinturas mural
correspondientes a finales de siglo XV, de lacería mudéjar en el exterior y con
los emblemas heráldicos de los monarcas católicos en el interior. Es obligado
hacer mención del inigualable dominio visual que desde ese privilegiado lugar
se tiene de los jardines históricos del conjunto.
La última
estancia de ésta crujía posterior, es la ya referida del siglo XIV conocida
como Dormitorio de Don Pedro I. De
planta cuadrada está cubierta por un rico artesonado y sus muros revestidos con
yeserías mudéjares y zócalos de alicatados. En su fondo hay un arco angrelado
que corresponde a un pequeño alhamí, un pequeño banco de obra revestido con
azulejos. La sala conserva vestigios indudables de intervenciones del siglo
XVI, a cuya época corresponden las cuatro calaveras pintadas en la caja umbral
de su puerta de entrada, derivadas de la siguiente tradición: “Estaba un día el
rey D. Pedro I escuchando una deliberación entablada en la Sala del Consejo o de
Justicia, por cuatro jueces que acababan de oír la relación de cierta causa,
vino en conocimiento de que trataban de torcer la ley al lado de la dádiva y
del modo de repartirse las que en premio de su infamia les habían sido
ofrecidas. Presentóse el monarca indignado ante ellos y haciéndoles cortar acto
continuo las cabezas, dispuso colocarlas para eterno escarmiento en el sitio
donde hoy se ven las calaveras”.
Debemos
indicar asimismo que sobre el rosetón intermedio de la yesería del lado norte
también aparece una calavera. Esta estancia tiene a su vez cuatro puertas, la
que comunica con el mirador, una con el pasadizo externo sobre los jardines,
otra con una de las cuatro escaleras del palacio del caracol o gótico, por
donde la leyenda nos cuenta que bajaba el rey D. Pedro para unirse con Dª María
de Padilla, y la que conecta con la galería del patio de las Doncellas.
Saliendo
por ésta última, nos adentramos en la galería renacentista del patio oficial
del palacio mudéjar y antes de llegar al balcón
del salón de Embajadores que da a la galería, se pasa lateralmente por una
de las dos piezas auxiliares del comedor de gala, que igualmente envuelven al
citado salón de Embajadores. Las dos piezas en cuestión son de planta
rectangular con sus muros entelados y cubiertas con artesonado de casetones
fechados en 1591 y 1592, realizado por el maestro de carpintería de los
palacios Martín Infante. La sala
meridional es la usada como fumadero y posee un mobiliario típicamente
isabelino, es una
sala de pequeñas dimensiones con un impresionante artesonado que combina
perfectamente las distintas tonalidades, con casetones octogonales que
describen rombos y pequeños cuadrados. En los casetones son talladas macollas
florales, limitadas con molduras de ovas y dardos.mientras que la septentrional es la conocida como sala de juego
presidida por una mesa de billar en caoba y limoncillo dedicada al Rey Alfonso
XII, realizada por el ebanista Camilo Laorca junto con la taquera y el
marcador.
Asomados
pues, al salón de Embajadores por el balcón citado descubriremos uno de los
espacios arquitectónicos más espectaculares de los jamás conocidos. Con una
altura que supera los dieciséis metros aparece una bien labrada y apeinazada
cúpula realizada en 1427 por Diego Ruiz, cuatro balcones de cerrajería trabajado
por Francisco López en 1592 y una espléndida galería de retratos de monarcas
españoles desde Chindasvinto hasta Felipe III, desde el siglo VI hasta el XIII,
en total hay cincuenta y cuatro, más treinta y dos damas y un perro, un gato,
una paloma y un ave rapaz, pintados sobre el año 1600 por Diego Esquivel. Es un
conjunto realmente magnífico que ha tenido a lo largo de su historia muchos
repintes y restauraciones.
Mas
adelante, la visita pasa al salón de
pasos perdidos o antedespacho, remodelado en 1977, que a su vez nos conduce
al despacho oficial del Rey, el cual
posee una decoración ecléctica con muebles de varios periodos y en donde se
puede valorar, fundamentalmente, un potentísimo alfarje del siglo XVI. De allí,
se llega a la otra pieza del siglo XIV que fuera Cámara Real alta, ricamente
revestida con el primitivo alicatado multicolor y yeserías que inciden en la
temática tradicional de atauriques, palmetas, ruedas de dieciséis, paños de
sebka y cartelas epigráficas. Es una pieza rectangular que ocupa el centro de
la fachada principal del palacio, de la cual se separa por una estrecha galería
repleta de mocárabes a través de tres arcos que descansan sobre columnas de
mármol, como el resto de las arcadas de la estancia, de diferentes colores
alternando el rosa con el blanco y el negro, con capiteles califales
reutilizados y otros renacentistas procedente de los talleres genoveses. Su
artesonado es copia del primitivo que ardió en el siglo pasado y fue
reemplazado por el actual, obra de los carpinteros hermanos Albandea bajo la
dirección arquitectónica de José Gómez Otero en 1909.
Por su
lado derecho y contigua a la cámara se encuentra la habitación que sirvió de dormitorio a la reina Isabel II, con
una fuerte intervención decorativa de esa época en la cual prevalecía el
criterio restaurador prefigurado por Viollet le Duc de “unidad estilística”,
que al poco tiempo fuera calificado por John Ruskin como de falsificador. En
sus muros aparecen también retratos de Muratón con Isabel II, las infantas
Isabel, Pilar, Paz y Eulalia y el príncipe Alfonso, junto con un Ecce Homo de tamaño natural, una buena copia
de Murillo.
Próximo a
la terminación del recorrido se atraviesa la antecámara Real donde se encuentra
un tapiz que contiene una escena de caza con cenefa de trofeos y guirnaldas
rematada al centro con el escudo de Felipe V, firmado por Van der Gotten en
1729, junto con un rico mobiliario de sillería francesa y en el cual se disfruta de una
extraordinaria panorámica de los espacios interiores y murallas alcazareñas
junto con la admirable silueta de nuestra vecina Catedral y Giralda.
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